viernes, 28 de septiembre de 2007

Dalí en el momento de salir del huevo.


DIARIOS DE DALI:

'Una vez me causó muy mal efecto recibir a tres jesuitas franceses que me preguntaron: “¿Y por qué hace usted relojes blandos?”. Y respondí: “porque es la carne de Cristo, es como el queso, el Camembert, como la angustia del Camembert en el espacio”. Aquellos jesuitas no parecieron muy convencidos, y les vi marcharse bastante preocupados. Y al cabo de una semana me mandaron una carta en la que me dicen que Fray Luis de León, enumerando las virtudes de Cristo, (en Los nombres de Cristo) lo compara al queso, a las virtudes de coagulación del queso. Entonces subió mi prestigio entre los jesuitas.'

jueves, 27 de septiembre de 2007

Los suicidas de Montecarlo


Cuenta Mauricio Wiesenthal en ‘El esnobismo de las golondrinas’ que hace un siglo, para evitar los suicidios y la mala publicidad que le daban a Montecarlo, Blanc - a la sazón presidente del Casino de Montecarlo - ..." no escatimó nada. Pagaba un sobresueldo a los botones de los hoteles para que registrasen las maletas, en busca de pistolas y venenos. Sus empleados tenían orden de vigilar los alrededores del Casino y, si no llegaban a tiempo de evitar la desgracia, debían poner unas monedas en el bolsillo del suicida. De esta forma, cuando la policía encontraba el cuerpo, no podía asegurar que fuese una víctima arruinada por el juego. Se dice que así algunos timadores se hacían los muertos, manchándose primero de salsa de tomate, esperaban que les metiesen las monedas en el bolsillo y salían corriendo..."

miércoles, 26 de septiembre de 2007

El silencio

Fernando Zóbel

Nuevamente lo dijo Bataille : El mundo de las palabras es risible. Las amenazas, la violencia, el poder hechizador, pertenecen al campo del silencio. La complicidad más profunda no puede expresarse con palabras. Ni siquiera en el terreno cuasi-místico del sexo, donde la sinceridad más intensa consiste en dejar todo por decir.


martes, 25 de septiembre de 2007

Nuestra parte maldita


Georges Bataille nos enseñó que el mundo es el resultado de un exceso. Para que fueran posibles las flores, miles de semillas tuvieron que pudrirse. El insecto que apartas del rostro sin llegar a ver es el superviviente de un desove infinito. Tú mismo eres el resultado de una catástrofe: millones de espermatozoides se pusieron en marcha y perecieron para que uno de ellos fecundara el óvulo del que procedes. Vivimos, pues, sobre un cementerio de excedentes: nuestra parte maldita.

Imagen del Barroco peruano, el exceso