jueves, 29 de noviembre de 2007

La idealización de lo clásico

Templo de Poseidón, cabo Sunión

La idea que tenemos de la cultura clásica Mediterránea es un invento de los idealistas del siglo XVIII , como Hölderlin , que se pasó veinte años encerrado en un desván soñando con dioses y mármoles impolutos.

Las pautas reales ya las marcan los propios poetas posteriores: Lord Byron, que además de cojo era muy elegante y se toma como arquetipo del Dandy, un día llega a Grecia y se va a un templo dedicado a Poseidón en el cabo Sunión, del que quedan unas columnas y capiteles extraordinarios y coge una china del suelo y escribe rayando una columna: ' Aquí estuvo Lord Byron' . Napoleón hizo lo mismo en las Pirámides.

En los muros de la Alhambra, turistas ilustrados como Richard Ford o Víctor Hugo dejaron constancia de su paso, como otros muchos, hasta que a Washington Irving se le ocurrió, en 1829, implantar un libro de firmas para evitarlo.

Luego resulta que los romanos llevaban esos plumeros tan vistosos de las películas para distinguir a los de su bando y evitar matarse entre sí los del mismo regimiento y las banderas tan preciosas en realidad eran un trozo de tela atada a la punta de un palo para que las huestes supieran desde lejos dónde estaban los suyos. Vamos, como el paraguas de propaganda de los guías turísticos.

Y el Partenón estaba pintado de rojo, azul, verde y amarillo; en muchas de las esculturas aún se aprecian microelementos de pintura. Uno esculpía y otro policromaba, así el pintor Nikias, fue el habitual policromador de Praxíteles. Los ojos de las esculturas estaban pintados de azul, pues aquella gente tenía los ojos azules o verdes, muchos eran descendientes de los dorios, la principal tribu griega, que venían del norte.