sábado, 26 de enero de 2008

Con la democracia nace el gusto

Velázquez con la cruz de la Orden de Santiago en Las meninas. El pintor recalca sus méritos. Pasa de artesano a artista.

En la estética, lo que caracterizó a los griegos o egipcios, es que las obras de arte tenían por misión el reflejo de un orden exterior, religioso o cósmico. Por tomar a los griegos, los griegos sostenían que la obra de arte era un microcosmos que representaba el orden general del macrocosmos.

Al contrario, lo que define al mundo estético moderno a partir del siglo XVII, es que cada vez más la obra de arte no es representación de un mundo exterior, sino el reflejo de la personalidad. A partir de éste siglo XVII, aproximadamente, la verdad de la obra de arte se encuentra en el interior del artista. Y este movimiento de individualización del arte es paralelo al movimiento de ascensión democrática en el terreno político. Paralelo a la decisión de los ciudadanos de apropiarse de la ley, de la autoridad y de la historia y no depender de dictados religiosos exteriores a ellos.

En el siglo XVII existe una revolución en cuanto al autor, aparece la idea de autor, de artista o de genio. Pero existe otra revolución del lado del público. Esta revolución se centra en el nacimiento del gusto, como expresión de facultad individual. El gusto que empleó Baltasar Gracián por primera vez sin referirlo a términos culinarios atribuye a la subjetividad la capacidad de distinguir entre lo feo y lo hermoso.

Pero, ¿cómo explicar que a partir de lo subjetivo se establezca un consenso en torno a determinadas obras y autores al punto de convertirlas en obras maestras? Aquí volvemos al asunto de la democracia en el plano político, al consenso colectivo formado a partir de los deseos y aspiraciones individuales. Se trata de una especie de contrato social en el que las voluntades individuales convergen en un acuerdo que las trasciende y de ahí nace la obra maestra.

Tercer aspecto: aparición del autor y del gusto y como corolario surge a la vez el valor de la originalidad. Puesto que el arte ya no consiste en reproducir modelos exteriores, se enaltece la innovación, la capacidad de aportar visiones distintas. Nace el crítico de arte se concentra en señalar aquello que es nuevo e innovador. Precisamente también de esta época es el nacimiento del museo. El museo es el paso de las colecciones privadas a la exhibición pública, se democratiza el arte.

En resumen: la individualización de la democracia genera el gusto subjetivos y la suma de gustos subjetivos, con la sugerencia del crítico sobre su valor innovador, da lugar a la obra de arte.