jueves, 31 de enero de 2008

La democratización del gusto (II). Música.

Miguel Ángel. La creación. Sixtina.

Beethoven va hacia Haydn lanzándose a besar su mano en la interpretación de La Creación que dirige Salieri en 1808. Haydn, emocionado, tiene que abandonar la sala después de la primera parte. El concierto termina en apoteosis.

Haydn trabaja en la partitura pensando en su duración para la posteridad, con lo que se basa en la tradición. La obra ilustra la creación del mundo, tal como se narra en el Génesis. Además de este libro, sus fuentes de inspiración son los Salmos y El Paraíso Perdido de Milton.

De La Creación se dijo en su época que era “la proclamación de una humanidad a imagen de Dios”; pero es más un triunfo del humanismo, un Dios concebido a escala humana, que una exaltación de Dios. Obra antagónica, ésta de Haydn, tanto de la glorificación divina de El Mesías de Haendel como con el Dios todopoderoso e inalcanzable para el ser humano de Bach. Haydn consagra al hombre como medida de todas las cosas.

La secularización que supone Haydn, como la más radical de Mozart, será otro nacimiento y divinización: la del arte y el artista.