sábado, 23 de febrero de 2008

LA BELLEZA EN PELIGRO


La belleza en peligro se vuelve más hermosa (Andy Warhol)

Sabemos por El banquete de Platón, que el grado superior del amor se da en la esfera de la inteligencia. Y en lo más alto, la pasión por la ciencia misma de lo bello, cuyo conocimiento es la perfección. La enseñanza que Platón pone en boca de Sócrates es el proceso por el cual el amor a un cuerpo bello ha de conducirnos a amar todos los cuerpos bellos y tras ello al amor de todas las cosas bellas y de ahí a la Belleza en sí que resulta idéntica a lo Bueno.

Plotino y los neoplatónicos, lo denominaban Filocalia. Amor a lo bello, y por consecuencia a lo que es más bello que lo bello, lo bueno. Una persona bella es transparente; su belleza me lleva a otra, me impulsa hacia delante y me deja solo frente al misterio, no de la belleza de esa persona, sino de la belleza misma.

El príncipe Mischkin, el personaje de Dostoievsky, protagonista de El idiota, hace un juego de salón con unas muchachas, hijas de un general. Ellas le piden que trate de averiguar cómo es su carácter tan solo por sus rasgos faciales. El príncipe, bien que mal, va describiendo a las muchachas y aventurando sus opiniones, hasta que llega a la más hermosa. Es entonces cuando susurra: “De usted no sé nada, su belleza me impide verla...”.

Así la belleza, en el sentido platónico, es el estado habitual de las cosas y la tragedia del mundo es que hay demasiados feos. Esto se mejoraría a través del mestizaje, igual que aumentan en fertilidad y vitalidad las plantas cuando, estando lejos, llevan sus semillas las unas a las otras. En lugar de la inseminación con lo contiguo, como, por ejemplo, en las casas reales, que dio lugar a malformaciones y taras, con un poco de mestizaje probablemente se contribuiría a reducir la enorme cantidad de fealdad, que sostiene las cosas como están …

Hay así algo estético en cada travesía, no sólo en la travesía física, sino también en la interior, de nuestras rutinas : los cambios nos embellecen, o al menos potencian lo más bello que pueda haber dentro de nosotros. La hermosura, entendida como inestabilidad afortunada y fatal, nos atrae a los lugares remotos, pero también es el motor que nos proyecta hacia lo diferente. Basta ser feo o creerse feo para quedarse siempre en un rincón.

En Las mil y una noches se nos dice “Todas las cosas bellas gustan de viajar. ¡Hasta las perlas salen del fondo del mar y atraviesan las inmensidades para colocarse en la diadema de los reyes y en el cuello de las princesas !” . Siendo la vida tránsito y exilio, la inquietud, el desarraigo, la partida, son las principales virtudes de nuestra especie. Todo lo que realmente merecemos lo tenemos alejado.

Lo que nos ata hasta inmovilizarnos en la rutina es siempre algo espeso. Echar raíces es cobarde: asentarse es asentir, decir sí a todo . Por eso señala Pessoa: “No me subordino sino por atavismo y siempre hay razones para emigrar para quien no guarda cama” (Passagem das horas, como su heterónimo Álvaro de Campos, 1916).

El encanto, el atractivo, son potencialmente asociales. Más que depender de la juventud y de la belleza, dependen del carácter y de la disposición, pues el deseo atrae al deseo. Asociales porque atacan a las estructuras establecidas inamovibles, provocan, hacen salir del letargo.