domingo, 22 de junio de 2008

Breve historia de limpiarnos el culo


En la antigua Roma se practicó un hábito de la limpieza que podemos asociar con el uso del papel. Una esponja amarrada a un palo y sumergida en un balde de agua salada estaba a disposición en los baños públicos. Los usuarios compartían la herramienta, con la que se refrescaban.

En 1391 emperadores chinos ordenan la fabricación de hojas especiales para el baño, de medio metro de ancho por casi uno de longitud, supongo que lo trocearían.

Los colonos norteamericanos usaron las mazorcas de maíz hasta bien entrado el siglo XVIII. Minetras, en las zonas costeras se echaba mano de conchas marinas, y en islas como Hawai de las cortezas de coco.

En otras zonas encontraban muy útiles los libros y revistas de toda clase. Cuando aparecieron los periódicos, desde principios del siglo XVIII, pronto se hizo del baño su "segundo hogar".

El almanaque del agricultor venía con agujeros para una rápida acción de "lea y limpie". Los catálogos de grandes almacenes no tenían desperdicio.

Sin embargo, el público perdió "interés" en los años treinta, cuando las tiendas comenzaron a editarlos en papel brillante. Aquello fue motivo de queja ( no servían para asearse).

Otra historia, claro está, tenía lugar en castillos y mansiones. Ricos y poderosos no sometían sus traseros a semejantes rigores. Los suyos estaban hechos para paños de algodón.

El año 1857 marca el inicio de una cierta "democratización" del baño. Ese año, el empresario neoyorquino Joseph Gayetti sacó a la venta el que llamó, con todo orgullo, "papel terapéutico Gayetti"; se trataba de hojas de papel especiales para el baño, aderezadas con humectante y en presentación de quinientas por paquete, a 50 centavos de dólar cada uno; toda una fortuna para la época. Gayetti no tenía el menor reparo en pregonar que "papel terapéutico" era fruto de su ingenio. De hecho, su nombre aparecía impreso en cada hoja.

Poco parece haber cambiado el papel de baño los siguientes treinta años, hasta que en 1890 la compañía Scott lo "enrolla". Le causaba tanta vergüenza aparecer asociada a una cosa como ésa que decidió no poner su nombre en los paquetes. En aquel entonces, intermediarios dieron la cara por la avergonzada compañía, como el hotel Waldorf de Nueva York, aparecían anunciados en los rollos.

En 1932 la depresión obliga a los fabricantes a repensar su estrategia de ventas. La marca Charmin introduce el paquete económico de sólo cuatro rollos.

Pero, quizás, el gran reto para la tecnología del papel higiénico fue el de lograr una fibra más suave al tacto. En este sentido, la introducción del papel de dos capas en 1942 por parte de la empresa St Andrew, en el Reino Unido, fue un avance notable.

La importancia del papel de baño para el hombre moderno fue reconocida en 1944, cuando el gobierno de EE.UU. distinguió a una de las fabricantes, Kimberly-Clark por sus "heroicos esfuerzos" en el suministro del producto a los combatientes durante la II Guerra Mundial.

Hoy los hay de todos los colores, texturas y empaques. Ahora se estila el papel higiénico húmedo, tipo toallitas. Lo curioso es que en esta última evolución, las grandes marcas siguen siendo las mismas, Charmin, Scott...

Inventores japoneses amenazan ahora con convertirlo en una especie en vías de extinción: en 1999 se dio a conocer el "inodoro sin papel", un aparato que lava, enjuaga y seca las partes del usuario automáticamente.