sábado, 23 de agosto de 2008

Las drogas antes del siglo XX


Para los antiguos, la costumbre de consumir una droga -por razones recreativas, religiosas o terapéuticas- no se distinguía de cualquier otra costumbre, no suscitaba inquietud social y no interesaba lo más mínimo al derecho ni a la moralidad establecida. La única excepción a esta regla son las bebidas alcohólicas, que sí generaron discusiones teóricas, reproches éticos e incluso persecución en algunas zonas de Europa y Asia; en algunas religiones (como la brahmánica, la budista y la islámica), alcohol es sinónimo de oscuridad y mentira, y la regla mahometana decreta apaleamiento para quien sea hallado borracho.

La filosofía griega discutió abundantemente en torno al vino, argumentando algunos que era básicamente una maldición, y otros, como Platón, que le otorgaban virtudes sagradas. A diferencia de los pueblos germánicos, que toleraban la embriaguez de mujeres y hombres jóvenes, la cultura grecorromana prohibía severamente su uso en tales casos; en tiempos de Tarquino el Grande, por ejemplo, una dama fue condenada a morir de hambre tras descubrirse que tenía las llaves de una bodega. Severísima fue la represión del culto báquico en la Roma republicana –entre el 186 y el 180 a.C.-, que supuso exterminar a unas diez mil personas, si bien el trasfondo del caso sugiere que además del escándalo producido por ritos orgiásticos había razones de conveniencia política, que poco después desembocarían en las primeras guerras civiles.

Por lo que respecta a las otras drogas, el criterio de la antigüedad grecorromana y asiática lo describe la ley Cornelia sobre homicidas y envenenadores, que estuvo vigente desde tiempos republicanos hasta el fin del Imperio: Allí droga es una palabra indiferente, donde cabe tanto lo que sirve para matar como lo que sirve para curar, y los filtros de amor, pero esta ley sólo reprueba lo usado para matar a alguien sin su consentimiento.

El saber farmacéutico de los griegos y de los romanos llegó a Arabia gracias a las obras de Dioscórides, un griego que sirvió en las legiones romanas durante el siglo I. Recorriendo todo el imperio romano, desde España hasta el Asia Menor, investigaba las plantas que pudieran servir como fármacos. Antes de morir transcribió toda su información en De materia médica, obra en cinco tomos que sirvió como catálogo básico de drogas durante 1500 años. A lo largo de la Edad Media los monasterios actuaron como depositarios del saber europeo y forjaron un estrecho vínculo entre religión y medicina recetando remedios tanto médicos como espirituales; sin embargo, la introducción de las drogas árabes en la Europa cristiana de finales del medioevo trajo consigo una nueva especialidad: la farmacia.
Ulteriores informaciones sobre uso de sustancias psicoactivas desaparecen casi por completo hasta el siglo XIII. Es entonces cuando se han difundido los primeros aguardientes (generando grave inquietud tanto en Europa como en China), cuando comienza la cruzada contra las brujas (a quienes se acusa de “tratos con hierbas y pócimas diabólicas”), y cuando se opera un giro hacia el fundamentalismo farmacológico en el mundo islámico (que busca prohibir café, opio y haschisch).

Tras el descubrimiento de América -un continente con culturas hechas a una rica variedad de drogas en contextos tanto religiosos como terapéuticos y recreativos-, tras una alarma inicial, por motivos teológicos realmente, empieza a cundir –gracias a humanistas, médicos y boticarios- un criterio laico, y el arsenal de sustancias conocidas pasa a considerarse materia médica, libre de estigma teológico y poder sobrenatural.
Durante los siglos XIV y XV las boticas se instalan en locales cerrados que se convierten en elementos básicos de la práctica médica europea. Los médicos ven a sus enfermos en la farmacia local, donde también el farmacéutico receta las drogas que prepara. Paracelso y sus sucesores contribuyen en gran medida a la reintroducción de las sustancias psicoactivas en la farmacopea occidental; defienden particularmente al opio, visto entonces como una panacea. Pronto deja de ser una sustancia ''diabólica'' para convertirse en un ''don de la providencia''. Este nuevo don es capitalizado por la iglesia católica durante el Renacimiento. Basados en textos árabes, romanos y griegos, los monjes se dan a la tarea de preparar diversas drogas; de tal suerte que en el siglo XVI todos los monasterios importantes no sólo cuentan con su propio hospital y sus médicos, sino con una extensa farmacia. Los médicos misioneros y las órdenes de monjas enfermeras datan de esta época.
En el mismísimo Quijote, Cervantes habla del Clavileño , de lo que debió tomar el hidalgo al montar en ese Rocinante de madera y subir en su grupa a Sancho , mientras le decía "Amigo Sancho, de esta manera estaremos a la mañana en París y a la tarde en Potosí".
Durante el siglo XVIII se aíslan los principios activos de varias plantas medicinales: morfina ,codeína, cafeína, estricnina, quinina, cocaína, heroína, mezcalina etc. En adelante ya no será necesario transportar plantas perecederas de un sitio a otro porque en un maletín lleno de morfina o cocaína podrán acumularse hectáreas de sembradíos. Tampoco prevalecerá la incertidumbre derivada de la desigualdad de concentraciones en plantas de la misma especie, pues la pureza de los alcaloides permitirá dosificaciones exactas, multiplicando los márgenes de seguridad para el usuario. En menos de un siglo el trabajo de la química orgánica hizo más que en toda la historia universal previa.
Con esta revolución, la adormidera y sus derivados, se convierten en medicamentos populares. El láudano, las tinturas y los polvos se dispensan en las farmacias a bajo costo, tal como hoy en día las aspirinas o el bicarbonato de sodio. Poco después, comienza a cundir también su uso lúdico.
Desde los inicios, y hasta la segunda mitad del siglo XIX, seguimos sin hallar testimonios de toxicomanía o adicción, salvo casos de alcohólicos, tabacómanos y cafetómanos, que -por cierto- suelen recibir castigos crueles; Francisco I de Francia decreta pérdida de las orejas y destierro para los primeros, en Rusia los bebedores de café se exponen a perder la nariz si son descubiertos, y en Irán –como también en algunos puntos del norte de Europa- el tabaquismo se paga unas veces con tormentos y otras con pena capital.