domingo, 7 de diciembre de 2008

Leonardo y sus cenas



Leonardo usaba ropas de terciopelo, larga barba, lo que no era usual en su época. Extravagante, intelectual, solitario. Adelantado a su tiempo, seguidor de la razón en tiempos dominados por la religión.

¿Era homosexual? Es muy raro que haya pruebas de la sexualidad de una persona en esa época y lo que sabemos: fue acusado anónimamente dos veces de sodomía en Florencia en 1476, mientras vivía con el pintor Verrocchio. La misma acusación incluía a un miembro del clan Medici, lo cual sugiere motivaciones políticas. Las acusaciones fueron retiradas. Leonardo no se casó, como tampoco lo hicieron muchos otros artistas del Renacimiento, desde Leonardo hasta Miguel Ángel, Donatello, Brunelleschi, De Robbia y otros. La supuesta homosexualidad de Leonardo se apoya sobre todo en fuentes del siglo XVI, escritas después de su muerte así como en su inclinación por elegir ayudantes jóvenes y con frecuencia no demasiado talentosos quienes, en lugar de abandonar el taller después del período tradicional, se quedaban por muchísimos años. ¿Era homosexual? Es posible. No parece que eso tuviera nada que ver con su manera de pintar. Sus mujeres, aparte de los retratos, están entre las más bellas de la época.

En 1495 empieza a pintar la última cena en muro en La iglesia de Santa María de la Gracia en Milán. Santa Maria delle Grazie durante muchos años fue prácticamente un solar en obras. En 1492, el coro y el ábside fueron demolidos para levantar una tribuna y una cúpula nuevas, diseñadas por Bramante, y se aprovechó para ampliar las dependencias del monasterio contiguo. Todo parece indicar que la reforma del refectorio se había completado hacia 1495. Ese mismo año debió de iniciarse en la pared contraria La Última Cena. Todo el programa de reformas fue encargado y sufragado por Ludovico, cuya idea era hacer de aquel entorno el mausoleo de los Sforza. Dicha motivación creció tras el súbito fallecimiento de su esposa Beatrice y de su hija Bianca en 1497. La inversión que estaba haciendo en Grazie se bañó en emotividad, como demuestra el hecho de que acudiera con frecuencia al refectorio para comer allí. De ese modo, el gran mural de Leonardo, que no es un fresco en sentido técnico, pues fue ejecutado al óleo, se convirtió en el centro de un proyecto concebido a mayor gloria de los Sforza: una obra de arte radical y moderna, corona de esa empresa religiosa.

Hay que recordar que nos hallamos ante un trabajo colectivo del taller. A diferencia de lo que se supone que hizo Miguel Ángel en la Capilla Sixtina, Leonardo no trabajó solo en la pintura, sino rodeado de un equipo de ayudantes, entre los que probablemente se contarían Marco d'Oggiono, autor de una de las primeras copias que se hicieron del mural; Salai, que tenía unos 16 años yharía las funciones de garzone, y Tommaso Masini, del que sabemos que intervino en una gran pintura mural de fecha posterior (el fresco de Anghiari en Florencia).

Un punto que debe ser mencionado es el estado atroz en que se en­cuentra La última cena, lo cual la hace del todo inútil para cualquier examen que no sea el de su composición básica, que presumiblemente mantiene innovaciones del gran mural de Leonardo tuvieron también una vertiente bastante menos feliz. En lugar de aplicar la pintura cuando el yeso estaba aún húmedo, como se hace en la técnica tradicional del fresco, empleó una mezcla de óleo y temple. De esa forma pudo trabajar con más lentitud y realizar repintes, pero las desventajas no tardaron en ponerse de manifiesto cuando la pintura empezó a desprenderse. La humedad del refectorio exacerbaría aún más el problema. Ya en vida de Leonardo, el deterioro de la superficie de la pintura era evidente. En 1517, el cronista Antonio de Beatis señalaba que el mural había "empezado a estropearse", y cuando lo vio Vasari en la década de 1550 estaba "tan deteriorado que lo único que se distingue es una mancha oscura". Esta circunstancia explica las numerosas copias que se hicieron delmismo en fechas bastante tempranas; dos de ellas, la de Marco d'Oggiono y la de Giampietrino, fueron obra de unos artistas que seguramente participaron en laelaboración del original. Y también explica los sistemáticos e intrusivos proyectos derestauración a los que se ha visto sometido: el primero del que tenemos noticia tuvo lugar a principios del siglo XVIII, pero debió de haber otros anteriores. El lugar en que está fue usado como cuartel por las tropas de Napoleón en 1799 y luego como establo; fue dañada por una inundación en 1800; en la parte de abajo se abrió una puer­ta; hubo un intento de sacarlo de la pared en 1821; fue restaurado en 1854-55, en 1907-8, en 1924, en 1947-48, en 1951-54 y todo el tiempo entre los ochenta y los noventa. No quedan suficientes elementos de ninguno de los rostros como para arribar a conclusiones serias. El rostro de Cristo, por ejem­plo, es una reconstrucción totalmente moderna.

Eso sí, gracias a la restauración más reciente del mural, en 1999, los expertos han podido, finalmente, analizar qué comida se sirvió en la mesa. Siempre se había asumido que los comensales tenían enfrente un plato de cordero que, como el vino y el pan que aparecen en el fresco, coincide con el simbolismo cristiano y, en particular, con la imagen de Jesús como el cordero entregado en sacrificio a Dios en expiación de los pecados humanos. El plato principal de la última cena, que Jesús tuvo con sus discípulos antes de su muerte, fue anguila a la parrilla decorada con rodajas de naranja. De acuerdo al historiador Varriano, las anguilas no eran solamente un plato muy popular en la Italia renacentista, sino que también pudieron haber sido una de las comidas favoritas de Da Vinci, ya que aparecen en listados de compra entre las notas personales del genio italiano.

Luego está el dilema de la fugura a la derecha de Cristo. La mayoría de los historiadores rechazan que sea una mujer la pintura de la última cena. Si uno observa con cuidado la pintura de Leonardo, se adver­tirá que hay otros discípulos que no tienen barba o que pueden ser inter­pretados como poseedores de rasgos femeninos. Lo que aceptamos ahora como masculino o femenino, muy posiblemente no es lo que habría sido aceptado en Florencia o Milán en el siglo XV. Si uno observa cuidadosamente el arte cristiano, en particular en la representación de cuerpos feme­ninos y masculinos, de rostros y gestos, entonces La última cena no resulta algo extraordinario.

Si se considera la historia de los ángeles en el arte del Renacimiento contemporáneo a Leonardo, o en otras pinturas de Leonardo, esos cuerpos an­gélicos se supone que son masculinos. Pero por qué tienen pelo largo, por qué tienen rulos. Parecen caras preadolescentes. Hay que preguntarnos cuá­les son nuestros preconceptos acerca del género. Además Juan se suele pintar afeminado, es muy jóven. Si no es Juan dónde está, si es María Magdalena, no está Juan, señalan.

Pero un historiador experto en Leonardo, Carlo Pedretti,. concluye que es una mujer. Un alumno de Leonardo se fija en el Juan de Da Vinci para hacer un cuadro de una mujer.

Y hasta aquí hemos llegado, de momento.