sábado, 28 de noviembre de 2009

Al este del Edén, el camino hacia la vejez.


Los pasos en la conciencia de la vejez empiezan cuando uno se pone a ver un partido de fútbol y le parecen unos chavales los jugadores. Hasta entonces, en tu memoria visual, los futbolistas eran esos señores que veías en los cromos siendo niño, De pronto esa imagen se destruye: aquellos señores de los cromos son en realidad unos jovenzuelos y tú los doblas en edad.

Más adelante te encuentras diciendo "¡Qué barbaridad!" ante cualquier cosa que te sorprende. Si unos chicos ven un accidente de la Fórmula uno, exclaman, "¡Vaya hostia, tío!", tú dices, "¡Qué barbaridad!".

Una tercera fase es que ante todo lo que te incordia, el ruido de una moto con el tubo de escape abierto, un grupo de gente en algarabía, la música muy alta, señalas "Eso debería de estar prohibido". Entonces es que ya eres un anciano.

Y lo último es cuando vas a cenar y se te acerca un fulano irreconocible de otra mesa, y te arenga, "¡Qué bien te encuentro!", "¡Qué bien te conservas!", como Arturo Fernández, qué bien se conserva.

El reverso terrorífico es que además, ese rostro destruido, ese cuerpo demacrado, descubres después de esforzarte, que esconde a un antiguo compañero de colegio.

En paralelo hay un cambio de ideología: te haces conservador. Uno se hace conservador cuando ya no le cabe una idea nueva en el cerebro, cuando las neuronas no le dan para más. Como lo nuevo no lo comprende, se hace conservador. Te haces conservador porque te quedas con lo único que entiendes.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Goya y la duquesa de Alba


Volaverunt y abajo Sólo Goya


Primero precisar que la duquesa de Alba retratada por Goya , María del Pilar Teresa Cayetana de Silva y Álvarez de Toledo, fue la última de una estirpe, ya que al morir sin descendencia de sangre- tenía una niña mulata adoptada - el ducado pasó a unos parientes lejanos, los Fitz James Stuart, Duques de Berwick, que son la familia que actualmente detenta el título.

La familia de los Álvarez de Toledo son originarios de Alba de Tormes, de ahí el nombre del ducado

La relación entre Goya y la Duquesa de Alba se remonta a los años iniciales de la década de 1790. Al adentrarse el maestro en los círculos aristocráticos - de la mano de la Duquesa de Osuna - se puso en contacto con los Duques de Alba. En 1795, el pintor realizó un retrato al Duque y otro a la Duquesa, formando pareja.

Doña María del Pilar Teresa Cayetana de Silva yAlvarez de Toledo, XIII Duquesa de Alba, era una de las mujeres más atrayentes del Madrid de la Ilustración. Su belleza ha sido de ella decían que era tan bella que cuando paseaba por la calle todo el mundo la miraba desde las ventanas y hasta los niños dejaban sus juegos para contemplarla.

Casada a los 13 años y viuda a los 34, murió una vez cumplidos los 40 años envenenada, según las malaslenguas, por la reina María Luisa de Parma. Doña Cayetana tenía un fuerte temperamento y era conocida en los suburbios de Madrid por disfrazarse de maja y participar en las fiestas populares. Protectora de actrices, poetas, pintores y toreros, llegaba a disputarse losfavores de los bellos jóvenes con otras cortesanas, incluso con la propia reina.

La duquesa enviuda y se retira a su finca de Sanlúcar para guardar el luto. Durante un tiempo se lleva a Goya con ella, que la retrata y dibuja en diversas ocasiones en situaciones íntimas, pero nada se puede probar. El 23 de julio de 1802 muere a los 40 años la duquesa de Alba. Una de las opiniones, sobre su muerte,es la posible confabulación política de María Luisa y Godoy, para acabar con la popularidad que tenía esta mujer entre las gentes del pueblo. El 6 de febrero de 1799, Goya termina una serie de 80 grabados, llamada los Caprichos, que vende a 320 reales. Goya, en esta serie, hace algunas referencias a la duquesa y la reina.

Estamos acostumbrados a que nos digan que Goya tuvo un romance con la Duquesa de Alba. La defensa del romance, tradicionalmente, ha tenido diferentes pruebas:

- En un retrato que hizo Goya a la Duquesa, esta señala con su dedo "Solo Goya" y lleva unos anillos con los apellidos "Goya y Alba".

- Algunos piensan que la "Maja desnuda" es la Duquesa.

- El aguafuerte Volavérunt es un grabado de la serie Los Caprichos. Parece que es la duquesa de Alba la que vuela. Se ha interpretado "Volaverunt" (han volado) como la reacción de Goya ante el rechazo de la duquesa.

Pero ahora Manuela Mena (jefe del área de conservación de pintura del s. XVIII y Goya del Museo del Prado) con la ayuda de la historiadora Mühle-Maurer han realizado el estudio de investigación "La Duquesa de Alba, "musa" de Goya", en el que dicen que Goya y la de Alba no tuvieron ninguna relación amorosa.

Las pruebas que ella aporta son las siguientes, nada concluyentes tampoco:

- La desigualdad de clases y educación.

- La diferencia de edad (Goya era 18 años mayor).

- Goya ya era sordo.

- No se conservan cartas cruzadas entre ellos.

- La inclusión del hijo de Goya en el testamento de la Duquesa, no le parece concluyente, ya que la Duquesa incluye también a criados y asistentes.

- Y por último, una carta que escribe Carlos Pignatelli (hermanastro de la Duquesa) al Duque de Granada, en la que la Duquesa escribe la postdata:

"Q.do Primo y amigo el dolor que despedaza mi corazón no me permite el escribir pero si espero que en mi reuniras la confiansa y amista que tenias con mi nunca bien ponderado Pepe. compadeceme y manda cuanto quieras a la mas desgraciada de cuantas an nacido."

Concluye Mena, por tanto, que "las especulaciones que la tildaban de viuda alegre carecen de credibilidad", por tanto ella interpreta los cuadros de la siguiente manera:

- Cuando la duquesa señala en el cuadro, lo hace a sus tierras.

- La dedicatoria "A la Duquesa de Alba", es solo el significado de la admiración del pintor.

- La inscripción "Solo Goya" lo entiende como "solo me pinta Goya, el artista más grande"

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Pero a la Duquesa de Alba la casaron a los 13 años y se le atribuyen amores con Godoy y con el torero Pedro Romero, es más, tras la muerte del duque, parece que se volvió a casar en secreto, lo que no encaja con esa tristeza incurable. Por otro lado, no se ven muestras de servilismo en Goya, acostumbrado a tratar con la aristocracia y ese pretendida diferencia de clase que haría imposible la relación, menos con la forma de ser popular de Cayetana.

sábado, 21 de noviembre de 2009

LAS AMISTADES PELIGROSAS

La virtuosa Madame de Tourvel, (Michell Pfeiffer) el Vizconde de Valmont (J. Malkovich) y al fondo Cecile de Volanges (Umma Thurman).

Frases tomadas en las repetidas veces que vi la película, esa obra maestra sobre la seducción y que siempre (con notables excepciones) he tenido muy presentes:

1. "La vanidad y la felicidad son incompatibles " - La vanidad es necesaria para mantener una reputación -.

2."Es degradante tener a un marido por rival: será humillante si fracasáis y vulgar si lo lográis" ( En una conquista amorosa )

3. "Mi palabra favorita no es traición, es crueldad: siempre me ha parecido más noble".

4. "Le prometí amor eterno y realmente así lo creí durante un par de horas".

5."-A veces me pregunto como habéis conseguido inventaros a vos misma. -No he tenido otra opción, soy mujer. Y las mujeres estamos obligadas a ser más hábiles que los hombres. Que podáis destrozar nuestra reputación y nuestra vida con sólo unas cuantas palabras. Por eso he tenido que inventarme no sólo a mi misma, sino formas de escapar que nadie había imaginado. Y si lo he conseguido es porque siempre he sabido que había nacido para dominar a vuestro sexo y vengar el mío."

6."Creer que el amor nos hará felices es causa segura de desdicha..."

7."No se aplaude a un tenor porque se aclare la garganta" (
Por una conquista fácil)

8."La vergüenza es como el dolor, sólo se siente una vez".

9."La fidelidad es de todas las virtudes la menos constante".

10. Marquesa de Merteuil: "- Tengo un amigo que como vos, se encaprichó de una mujer que no le convenía, cada vez que se lo hacíamos notar, insistía con la misma insistente cabezonería: - ¡No puedo evitarlo! - decía. Se estaba convirtiendo en el hazmereír de todo el mundo. Cuando de pronto, otra persona, una mujer, decidió hablarle seriamente. Le explicó que su nombre corría el peligro de quedar asociado con aquella frase para el resto de su vida, ¿Y sabéis lo que hizo?

Vizconde de Valmont: - Estoy seguro de que váis a decirmelo.

Marquesa de Merteuil: - Fue a ver a su amante y le anunció que iba a abandonarla. Como supondréis ella protestó airadamente, pero a cada cosa que ella decía, a cada objeción que hacía, él simplemente replicaba: ¡No puedo evitarlo! ".

11. Vizconde de Valmont: "Ella desconocía la línea tan delgada que separa la amistad del amor.", - Al conquistar a Madame de Tourvel

domingo, 15 de noviembre de 2009

Madame Verdurin y el ¡HOLA!

"Madame Verdurin, lamentándose por sus jaquecas de no tener cruasanes que mojar en su café con leche, acabó por conseguir una receta para que se los hicieran en cierto restaurante... Sin dejar de mojar el cruasán en el café con leche y de dar capirotazos a su periódico para que se mantuviera abierto sin que ella tuviera necesidad de sujetarlo con la mano de mojar el cruasán, decía: ¡Que horror! Esto es más horrible que la más horrible de las tragedias... Mientras, con la boca llena, hacía estas desoladas reflexiones, el aire que sobrenadaba en su cara, traído a ella probablemente por el sabor del cruasán, tan eficaz contra la jaqueca, era más bien un aire de plácida satisfacción."


Amparados en los privilegios de su posición social los Verdurin, personajes emblemáticos de La Recherche de Marcel Proust, consiguen instrumentalizar al servicio de sus vacuas y frívolas existencias tanto las catástrofes contadas por los periódicos como una guerra que transcurría a escasos kilómetros de sus domicilios y que conmocionaba a europa...

El Narrador de La Recherche califica a Las cenas mundanas a las que es invitado como "festín de bárbaros" en el que proliferan las más estériles "conversaciones humanitarias, patrióticas, humanísticas y metafísicas".

En muchos lugares de La Recherche, Marcel Proust parece obsesionado en denunciar la falacia, lo puramente aparente de aquellos que "interrumpen su trabajo a fin de recibir a un amigo que sufre, aceptar una función pública o escribir artículos propagandísticos"

Aún más fácil es suponer qué clase de rentabilidad psicológica cabe extraer de conflictos en los que las víctimas son exclusivamente exóticas y ocasión idónea para que almas bienpensantes (a veces cómplices del sistema político y social que hace inevitable ese tipo de conflictos) nos extasíen con discursos relativos a la unidad moral de los humanos, la solidaridad internacional, el triunfo del derecho y hasta el espíritu de sacrificio.

martes, 10 de noviembre de 2009

Ra, Ra, Rasputín

A las doce y media de la noche del 16 de diciembre de 1916, Grigori Yefímomich Rasputín abrió la puerta de su apartamento de San Petersburgo, camino de su muerte. La escalera del edificio estaba a oscuras, por lo que se ofreció a guiar en las tinieblas a su acompañante, el príncipe Félix Yusúpov. Bajaron los escalones cogidos del brazo. Rasputín conocía el camino de memoria, pero Yusúpov pensó para sus adentros que los ojos del campesino veían en la oscuridad. Sin embargo, el humor del infortunio no quiso que aquel vidente, al que muchos atribuían poderes sobrehumanos, advirtiera que se encontraba al lado de su asesino.

A aquellas horas no hacía demasiado frío para lo habitual (dos o tres grados) y caía sobre la ciudad una calmada nevada. Cuando salieron a la calle les esperaba el automóvil del príncipe, conducido por el doctor Lazavert disfrazado de chófer: otro de los conjurados para acabar con la vida del más influyente consejero áulico del país, el individuo al que los zares consideraban un hombre santo y recibían durante horas en el Palacio de Invierno y al que llamaban por lo general Nuestro Amigo, en una clave afectuosa y secreta a la que tan aficionado era el matrimonio de emperadores de todas las Rusias.



La rutina de la última noche de Rasputín –así como infinidad de pormenores correspondientes a su vida en la corte y a sus actividades– la conocemos al detalle por los testimonios de los que declararon tiempo después ante las autoridades de la Revolución de Febrero,el expediente se perdió y no volvió a ser encontrado hasta 1995, cuando el violonchelista Milan Rostropóvich lo adquirió en pública subasta en Sotheby’s y se lo cedió a su amigo el escritor Edvard Radzinsky, cuyo Rasputín (Los archivos secretos) constituye uno de los más importantes estudios realizados hasta la fecha sobre nuestro personaje.

Aquella noche postrera, Rasputín recibió en casa, entre las diez y las once de la noche, la visita de una de sus frecuentes admiradoras: una “rubia rolliza de unos 25 años”, según confirmaron su sobrina, que estaba alojada por entonces en el apartamento, y el portero del edificio. Estuvo con Rasputín en la célebre habitación del sofá, por donde pasaban las palomas descarriadas, las devotas profesionales, las curiosas de dudosa reputación que siempre revoloteaban alrededor del iluminado.

A las doce de la noche apareció en el apartamento Alexander Protopópov, entonces ministro del Interior, un cargo casi todopoderoso en la Rusia de 1916. El ministro había ordenado que a partir de las diez de la noche desapareciera cada día la vigilancia permanente a la que estaba sometido Rasputín para que no quedase así constancia en ningún informe de sus frecuentes visitas a la casa. Rasputín no lo sabía, de manera que cuando aquella noche última salió a la calle del brazo de Félix Yusúpov estaba convencido de que sus guardianes les seguirían de cerca. Pero lo cierto es que caminaba solo y confiado junto a quien hacía tiempo había organizado una conspiración para matarle.

Los Yusúpov eran la familia más importante de Rusia, después de la real, aunque tanto o más ricos que los propios emperadores. Desde los tiempos de Iván el Terrible contaban con inmensas posesiones de tierras. Más tarde se convirtieron en grandes industriales. Durante trescientos años, los Yusúpov habían significado una suerte de sombra de la familia imperial. Félix Yusúpov estaba casado con la sobrina del zar Alejandro II, la gran duquesa Irina. Félix era más bien pusilánime. Se había negado a prestar el servicio militar porque no quería participar en guerra alguna en la que hubiese de derramar sangre. Durante su juventud, antes de sus intrigas conspiradoras, había llevado la vida de un acaudalado disoluto. De la mano de su hermano mayor, Nicolás (muerto en duelo más tarde a manos del marido de su amante), conoció las voluptuosas noches de San Petersburgo y París, muchas veces disfrazado de mujer, mientras jugaba a la bisexualidad, una afición que mantendría durante toda la vida.

El coche que conducía el doctor Lazavert se detuvo, la noche del 16 de diciembre, en un patio lateral del palacio Yusúpov. Félix e Irina habitaban un ala del edificio y estaban acondicionándola a su gusto. En la rehabilitación del hogar estuvo incluido el sótano donde iban matar a Rasputín. Era de gruesas paredes y con pequeñas ventanas a la altura del suelo. Se redecoró a la manera clásica de un salón-comedor ruso. . El sótano comunicaba, mediante una escalera de caracol, con las habitaciones de Félix. A mitad de la escalera estaba la puerta que daba al patio, por la que entraron aquella noche Félix y Rasputín en cuanto el coche se detuvo.

El cebo para atraer a Rasputín hasta aquella madriguera no termina de estar claro. Por un lado, parece que se trataba de un halago por ser la invitación de uno de los personajes más poderosos del país. Por otro, según indicaron algunos observadores Félix había hecho servir sus encantos eróticos en aquella amistad interesada, y Rasputín no era ajeno a los amores masculinos porque en él se reconciliaban sin estorbos los principios de la masculinidad y la feminidad. Por último, Rasputín ansiaba conocer a la hermosa Irina, ofrecida como cebo por Félix y a quien deseaba en la distancia. El ardid requería que Irina fuese tratada de una supuesta dolencia de origen espiritual. Rasputín expulsaba a menudo el demonio de la lujuria mediante la lujuria misma, interiorizaba el pecado ajeno con la comisión del pecado, para que el arrepentimiento posterior liberara al enfermo y al sanador. Todo parece indicar que, en los últimos tiempos de la conjura, Félix estaba siendo tratado de aquel mal, y que Irina debía ser también curada aquella noche de la perdición de Grigori Yefímovich, el campesino venido de Siberia, quien por aquel entonces, durante el curso de las descomunales borracheras de 1916, se había jactado de tener a Rusia “en la palma de la mano”.

Sin embargo, Irina no estaba aquella noche en el palacio Yusúpov. Aunque había aceptado participar en el compló al comienzo, pronto se arrepintió y suplicó en su correspondencia a su marido que desistiese del asesinato.

Ahora bien, cuando Rasputín descendió a aquel sótano estaba convencido de que la sobrina del zar Alejandro II estaba en la casa, en las dependencias del piso superior.

El doctor Lazavert, una vez hubo aparcado el coche, se despojó de su disfraz de chófer y se reunió en las habitaciones del primer piso con el resto de los conjurados. Allí estaba también Vladímir Purishkiévich, un político monárquico, antisemita, que ya había pronunciado algún discurso incendiario contra Rasputín y la zarina Alejandra Fiódorovna, tachándola de “alemana en el trono de Rusia, ajena al país y a su gente”. Junto a Purishkiévich estaban el teniente Sujotin y el otro gran personaje de la maquinación, el gran duque Dimitri Pávlovich, primo del zar Nicolás II.

De manera que los cuatro conjurados restantes escuchaban junto a la escalera del primer piso las voces de Félix y Rasputín que provenían del sótano. Allí abajo estaban sentados el uno frente al otro, charlando animadamente junto al fuego del hogar.

P Grigori Yefímovich Rasputín había nacido en el pueblo de Prokóvskoie, el 10 de enero de 1869. Sabemos poco de su juventud, sólo que se entregó a una vida a la que en principio parecían destinados muchos de los miserables campesinos siberianos: la rutina de un borracho. Hasta que sufrió su conversión gracias al dolor y la humillación: un vecino que le sorprendió robando en sus campos y le molió a estacazos. Desde entonces se convirtió en un peregrino mendicante con un extraño sistema nervioso. Algunos testigos de aquella época primitiva refieren que parecía un subnormal, en lucha siempre con un Satanás interior.

Rasputín estuvo vinculado durante su vida a las enseñanzas de la herejía jlist. Los jlisti practicaban una gimnasia espiritual que necesitaba de tres pasos obligatorios: el pecado, el arrepentimiento y la purificación.

Los zares debieron de conocerle a finales de 1905. Nicolás, que había nacido rodeado de sangre, como la historia de la dinastía, era un ser taciturno y supersticioso. Alejandra, a pesar de la firmeza de su temperamento y de su entrometida voluntad de convertirse en gran estadista, resultaba propensa a toda clase de misticismos. Al parecer tomaron a Rasputín como la reencarnación de un viejo consejero espiritual fallecido, monsieur Philippe, un mago francés con reputación de terapeuta. En su primer encuentro, Rasputín tuvo una intuición. Pidió ver a Alejo, el zarevich, cuya mala salud, salpicada de crisis hemofílicas, traía de cabeza a la familia imperial, que había estado buscando de forma desesperada un heredero después del nacimiento de cuatro grandes duquesas: le impuso las manos, le miró fijamente, rezó en voz alta, y el niño se sintió aliviado al instante. Desde aquel entonces se convirtió en imprescindible para los zares.

Mientras tanto, Grigori Yefímovich, asentado en Petersburgo, comenzó a ascender en palacio y a ganarse la plena confianza de la familia real. Al mismo tiempo crecía el círculo de devotas de Rasputín entre las damas desocupadas de la alta sociedad, entre las burguesas con ínfulas religiosas y entre las simples plebeyas. Las condesas y duquesas visitaban su apartamento, le besaban la mano, se arrodillaban ante él, le cubrían de obsequios, y cuando se marchaban solicitaban como favor llevarse la ropa sucia para lavarla, a ser posible con restos de su sudor.

Por aquel entonces, ya eran leyenda los favores sexuales que le dispensaban las mujeres. Acudía a las casas de baños rodeado de adeptas, regalaba a sus discípulas curaciones privadas del demonio en el sofá de su despacho, perseguía a cuanta desconocida se le cruzaba. En los informes policiales de aquellos años, sus vigilantes constatan que frecuentaba los burdeles varias veces al día. . Por la capital corría la especie de que estaba dotado con la verga de un caballo.

En aquellos días, Rasputín había logrado unir a todo el mundo en la empresa común de aborrecerlo. No deja de resultar enigmático el hecho de que los zares no sólo hicieran oídos sordos a todas las acusaciones que les llegaban –provenientes del círculo de su familia, de los ministros del Gobierno, de los miembros de la Duma, de los informantes de la policía secreta del régimen–, sino que fuesen destituyendo y apartando por sistema a todo aquel individuo que trataba de indisponerles contra el mago.

La única explicación verosímil se encuentra en la religiosidad supersticiosa de los emperadores: Alejandra y Nicolás consideraban que Rasputín poseía el don de la demencia santa. En la tradición mística rusa, los personajes de los santos dementes tienen gran importancia histórica. La catedral de San Basilio, en la plaza Roja de Moscú, está dedicada a uno de ellos. Por lo común eran mendigos que vagaban desnudos, cargados de cadenas, gritando oráculos y vaticinios. Simulaban locura para sufrir vejaciones en su persona, para experimentar el dolor y la persecución, igual que Cristo. Hacían burla de las convenciones y los vicios del mundo para servir de espejo a los hipócritas pecadores. En la biblioteca privada de Alejandra se encontraba el volumen Santos dementes de la Iglesia rusa, con notas en los márgenes, incluido el capítulo dedicado al libertinaje sexual de los ascetas. De ahí que los zares supiesen interpretar como nadie el comportamiento de Rasputín.

Cuando la zarina entonces asume la dirección del Gobierno, poruqe su marido estaba al mando del ejército en la guerra, da un verdadero golpe de Estado. Son destituidos los cargos principalesy sustituidos por individuos de confianza. La indignación respecto al papel de la zarina ya no podía ser mayor. Se consideraba que había embrujado a Nicolás, que precipitaba el desmoronamiento de la monarquía y que trabajaba en secreto para firmar una paz unilateral con su país de origen, Alemania, que sería considerada como una vergüenza nacional.

Cuando Félix Yusúpov se enteró de esos rumores decidió que tenía que matar cuanto antes y a cualquier precio a Rasputín. De modo que cuando el príncipe Yusúpov le tuvo sentado frente a él, conversando, le ofreció unos pastelillos de crema rosa envenenados con cristales de cianuro potásico.

Félix relató que El Oscuro bebió las copas de vino de Madeira y engulló los pasteles suficientes para matar a un regimiento de cosacos, pero que no revelaba ningún síntoma del envenenamiento, salvo el aumento de la salivación y unos constantes bostezos. Desesperado, se ausentó del sótano, consultó con el resto de conspiradores y le pidió a Dimitri Pávlovich su arma reglamentaria. Regresó ante Rasputín con la pistola a la espalda y le disparó en el pecho. El relato mitológico refiere que cayó sobre la piel de oso polar, y que se apresuraron a mover el cadáver para que la sangre no la empapara.

Después lo dejaron en el sótano a oscuras, sobre el suelo desnudo, y subieron a las habitaciones del primer piso. En sus memorias, Félix refirió que al poco tiempo sintió unas ganas irrefrenables de ver de nuevo el cadáver. Regresaron al lugar del crimen, zarandeó el cuerpo y lo notó aún caliente. De improvisó, Rasputín abrió los ojos y los clavó en el rostro de su asesino. A continuación se puso en pie y asió a Félix por el cuello con su fuerza descomunal. Cuando el príncipe logró desasirse, Rasputín, que no paraba de repetir encolerizado el nombre de Félix, salió huyendo por la escalera, camino del patio. Purishkiévich le alcanzó en el exterior y le disparó cuatro veces con su revólver en dos tandas de dos disparos. Erró los dos primeros. El tercero –escribió después– le alcanzó en la espalda mientras corría, y el cuarto, en la cabeza. La servidumbre del palacio Yusúpov arrastró el cuerpo por la nieve hasta el interior de la casa. Una vez allí, Félix sufrió una crisis de histeria y comenzó a golpear la cabeza de Rasputín con una barra de hierro recubierta de goma hasta quedar exhausto y empapado por las salpicaduras de la sangre.

En ese momento llamaron a las puertas del palacio dos agentes de guardia de la comisaría. Habían creído oír disparos. El nervioso Purishkiévich se identificó como miembro de la Duma, confesó el asesinato y apeló al patriotismo de los policías para guardar silencio en beneficio de la Madre Rusia. Sin embargo, a la mañana siguiente, muy pronto, el alcalde de Petersburgo, Alexander Balk, informó al ministro del Interior, Protopópov, de aquella increíble conversación entre uno de los asesinos y los dos accidentales testigos de los disparos. El rumor del asesinato de Rasputín se extendió por toda la ciudad, hasta llegar a oídos de los zares.

Aunque nunca sabremos con certeza lo que ocurrió en aquel sótano, hay dudas sobre las versiones escritas de Yusúpov y Purishkiévich son razonables. La resistencia asombrosa de Rasputín al arsénico se explica por dos razones. La disolución del vino no era la correcta y la dosis de arsénico resultó insuficiente. En cuanto a los pasteles, Rasputín no los llegó a probar: jamás se saltó su régimen, que prescribía abstenerse de la carne y los dulces “porque oscurecían el halo”. Lo más probable es que Félix, que odiaba las armas y que era de temperamento medroso, sólo le hiriese al dispararle. De ahí su resurrección. Por lo que respecta a Purishkiévich, no parece verosímil que un civil fallase los dos primeros disparos y le alcanzase después, más lejos, con dos certeros disparos en la espalda y la cabeza. El miembro de la Duma se tomó muchas molestias en los días posteriores para tratar de exculpar en la medida de lo posible a Dimitri Pávlovich.Las manos de la realeza no están manchadas de sangre”, dijo muchas veces. Pero tuvo que ser Dimitri, valiente soldado, tirador de élite, quien alcanzara a Rasputín en el patio. La segunda tanda, los disparos mortales, provenían de la pistola del primo del zar. Por eso, Nicolás le impuso después a Dimitri, su favorito, el castigo más severo y le envió al frente, en Persia. No le cupieron dudas sobre quién había abatido a Rasputín.

El cadáver apareció flotando, con el torso desnudo, en las aguas heladas del Neva durante la mañana del 19 de diciembre. Tenía la cara desfigurada; agujeros de bala en el tórax, la espalda y la cabeza. Era extraño: conservaba las manos en alto. Según informaron los médicos encargados de la autopsia, Rasputín aún estaba vivo y trataba de romper sus ataduras cuando fue arrojado por sus asesinos a un agujero practicado en el hielo bajo el puente del Gran Petrovsky.

Faltaba muy poco para que Nicolás abdicase y una nube de sangre lloviera sobre Rusia.

jueves, 5 de noviembre de 2009

El robo de la Monna Lisa la convierte en icono popular

La Monna Lisa, expuesta en el Louvre, mide 77 de alto por 53 de ancho. Metida en una vitrina encofrada y protegida por un doble vidrio antibalas. La serena efigie de Lisa Gherardini, esposa del adinerado comerciante florentino Francesco del Giocondo.

Mona Lisa.jpeg

La palabra Monna es una contracción de Madonna o Mia Donna, que significa Mi Dama o Mi Señora. Es tan famosa, sin duda la pintura más famosa del mundo, debido a un cúmulo de circunstancias y la casualidad. Fue pintado por Leonardo entre 1503 y 1506 y lo retocó infinitas veces hasta su muerte. Sobre un fondo de paisaje vaporoso, con un río sinuoso, resalta la figura de Monna Lisa. A principios del siglo XVI, Leonardo dejó la corte de Milán y se puso al servicio de Francisco I. Da Vinci se llevó el cuadro a Francia y se estima que nunca estuvo en posesión de la familia Del Giocondo. Pasó a manos del rey francés Francisco I y está comprobado que la pintura permaneció en las colecciones reales francesas y que en el siglo XIX Napoleón Bonaparte la guardaba en las Tullerías.

En consecuencia, cuando esta pintura comienza a ser famosa, en el siglo XIX, se encontraba en París, gran centro europeo del arte en aquel momento. La Monna Lisa se encontraba en el lugar preciso y en el momento adecuado, pues respondía a las demandas artísticas del romanticismo.

El primero en ensalzarla fue el escritor Théophile Gautier. La figura no es de una santa, cuyos relatos ya están escritos, sino una desconocida. No está gorda, como las mujeres de Rubens, ni flaca como las de Cranach. Y pertenece al Renacimiento, la época del pasado menos religiosa y que sintoniza más con la cultura burguesa y laica del XIX.

Y después está la inescrutable sonrisa. Por ahí se cuela el misterio de la femme fatale que tanta aceptación tenía por la época. Giorgio Vasari no creía que esa sonrisa fuera tan misteriosa. Según consignó en sus Vidas (siglo XVI), la noble señora sonreía porque durante las sesiones de pose varios músicos y actores la entretenían.

Pero para convertirla en icono de la cultura de masas falta el robo de la obra, perpetrado en 1911, una historia rocambolesca. La robó un empleado del Louvre, un ebanista llamado Vincenzo Peruggia, alegando "patriotismo". Peruggia simplemente salió del Salon Carré de Louvre, donde estaba colgada, con la obra maestra escondida bajo su bata de trabajo. No porque le gustara especialmente, él prefería al Mantegna, pero sus grandes lienzos le hicieron optar al fin por la Monna Lisa. Fue un escándalo con connotaciones políticas, y que dio a conocer la obra, impresa en todas las portadas, como nunca antes. Durante dos años Peruggia guardó la obra en su casa, pero luego se la llevó a Florencia para venderla a un anticuario a cambio de una pequeña cantidad de dinero y allí le pillaron. De nuevo, gran repercusión. Y la obra se expuso por primera vez en Italia. Esa gira, junto con las posteriores de Estados Unidos y Japón en los sesenta y setenta, ya con el fenómeno del merchandising a pleno rendimiento, determinaron el ingreso del icono en la modernidad. Duchamp le pone bigotes para criticar a la alta cultura, lo mismo que Dalí, y Warhol la recrea una y otra vez.

Y no digamos cuando aparece en El Código Da Vinci en el momento que son conducidos Sophie y Langdon hacia él en su búsqueda de otra de las pistas que ha dejado Jacques Sauniére.

domingo, 1 de noviembre de 2009

Número 62 de la calle de Humboldt. Día de Muertos en Cuernavaca

En el pueblo de Ripe, en Sussex, cerca de Brighton, en 1957, la señora Lowry halló muerto a su esposo, el hombre que había escrito una de las mejores novelas del siglo XX. Cerca de él podían verse, rotos, una botella de ginebra y un frasco de zumo de naranja. La policía descubrió vacío otro frasco con veinte píldoras de amital sódico. El informe médico concluyó que la muerte del autor de Bajo el volcán se debió a un agudo envenenamiento barbitúrico asociado con un estado crónico de alcoholismo. Margerie Lowry había estrellado la botella en el piso para evitar que su marido siguiese bebiendo y éste la había golpeado. La mujer huyó a la casa de una vecina y no regresó a su domicilio hasta la mañana siguiente, para encontrarse con el cadáver.

Lowry. foto de El País

Malcolm Lowry habría cumplido cien años el pasado 28 de julio, pero resulta muy improbable pensar que los hubiera alcanzado con el ritmo de destrucción etílica del escritor de los últimos tres años, que le impedía afeitarse por la falta de pulso o colocarse como es debido el cinturón, que dejó de usar para amarrarse los pantalones con una cuerda o una vieja corbata.

Malcom Lowry nació en Cheshire en Inglaterra, en el seno de una familia con dinero. El padre se dedicaba al comercio del algodón en Liverpool, así que el muchacho creció con una buena educación y sin privaciones: destacó en los deportes, tuvo amigos y amores y en una de las escuelas privadas a la que iba, en Cambridge, editaban una revista y empezó allí a publicar algunos relatos. Aquello le gustó y decidió ser escritor. Leyó a Conrad y Melville, cogió fama de excéntrico y rebelde, empezó a frecuentar los pubs y a beber con dedicación. Pactó entonces con su padre que lo dejara viajar un año antes de entrar en la universidad. Y zarpó de Liverpool como ayudante en un carguero. Estuvo en Singapur, Shanghai, Yokohama…, pasó calamidades y vivió aventuras, siguió dándole duro al alcohol.

Ya de vuelta su primer libro fue Ultramarina. En 1932 estuvo en España y se casó con Jan Gabriel. El alcohol se encargó de fulminar la relación y se separaron en 1938. Un año después conoció a Margerie Bonner, con quien se casó en 1940 y con quien se fue a vivir en una cabaña a la Columbia Británica, hasta 1954.

Su obra capital, Bajo el volcán, que consiguió publicar en 1946 tras haber escrito cuatro versiones, se desarrolla durante el Día de Muertos de 1938 en Cuernavaca, México, y cuenta la historia del Geoffrey Firmin, el Cónsul, y de su mujer Ivonne. El viaje a los infiernos de quien se ha sumergido en un proceso de autodestrucción total y la crónica de una inútil batalla por recuperar el amor: es seguramente una de las más grandes novelas que se han escrito. Bajo el volcán, con todo su mezcal, el alcohol el cónsul y Cuernavaca, la escribió muy lejos de México, en una cabaña de Dollarton, en Canadá, frente al mar, al lado de Vancouver, con la compañía de una mujer, Margerie Bonner, y de una botella. La génesis la había escrito años antes, en 1936, cuando vivía en la villa mexicana de las dieciocho iglesias y las cincuenta y siete cantinas, en compañía de su otra mujer, Jan Gabriel, en plena agonía de su matrimonio.

En el número 62 de la calle de Humboldt de Cuernavaca sigue en pie la ebria casa que habitaron Lowry y Jan.


jueves, 29 de octubre de 2009

Autodominio social

 Norbert Elías mantiene la tesis de que el autocontrol es un signo de civilización. No decrece, al contrario crece, a medida que la civilización se desarrolla. Entre el caos y el orden el maduro Platón, el de El Político opta por el orden. No sólo porque nos conviene para sobrevivir, también y sobre todo, porque nos gusta más.

Como en la teoría freudiana de la emergencia de la cultura, es la domesticación de los impulsos agresivos la que permite la existencia de lo social, y de la sociedad misma sin autodestruirse.

12:42 Clockscape Sunset by Richard Skoropat Richard Skoropat

Hasta el medioevo no existía un poder central, con legitimidad necesaria para obligar a los sujetos a controlar sus impulsos destructivos; a partir de la configuración de un monopolio central de la autoridad, en la formación de los estados modernos, se hace posible el proceso de modelar la emoción individual y colectiva y regular los instintos.

Si entendemos el comportamiento heroico como el comportamiento moral por excelencia por el hecho de que va más allá de lo mandado por el mero deber, jamás podemos identificarlo con el hedonismo sin límites.

Es el placer con mesura, la valentía del autodominio, del escoger y preferir.

sábado, 24 de octubre de 2009

Apuntes sobre Hitler




La peculiar visión de su papel


"¿Qué cualidades ha de tener un caudillo? Sobre todo, su nombre ha de estar en boca de todo el mundo. Por ello introduje el Heil Hitler como saludo, porque contiene mi nombre. Las masas han de tener a su Führer siempre a la vista... todas las cámaras han de estar enfocadas a mi persona: la muchedumbre ha de seguir cada uno de mis pasos. El Führer ha de arrastrar a las masas, como si fuera un actor; su vestimenta, su mímica y sus gestos, todo eso es importante"

La conquista de Gibraltar

En el encuentro entre Franco y Hitler se trató la conquista de Gibraltar. El nombre cifrado de esta operación era Isabella/Felix. De hecho, se envió a 50 oficiales alemanes a Marruecos, se ensayó la toma del Peñón al noroeste de la ciudad de Besançon, mientras una división española ensayaba el asalto en Algeciras. La operación tenía fecha: enero o febrero de 1941. Jamás se realizó porque Hitler decidió atacar Rusia. El Führer prefería una neutralidad benévola. La España de Franco, fingiendo ser neutral, autorizó la reparación y el suministro de los submarinos y navíos de guerra alemana. Y España apoyó a la Luftwaffe para atacar a la flota angloamericana.

Una tarde con las damas en la Guerra

Eva Braun acostumbraba ver junto a sus amigas películas en color americanas en la bolera. Cuando retornaban al salón, junto a la gran sala en la que se hallaba Hitler, llamaban su atención con sus risas y conversaciones en voz alta. Con ello querían darle a entender que "ya estaba bien de guerras", que ya era hora de que les dedicara su atención. Junto a ellas llegaban también Negus y Stasi, los cachorros de Eva Braun, y se revolcaban por el suelo.

Hitler se presentaba ante las damas. Su faz tenebrosa se aclaraba por momentos. En la vecina gran sala, los ordenanzas encendían el fuego de la chimenea. El dictador, Eva Braun, la hermana de ésta, Gretl, la dama de compañía de Eva, las amigas de Eva, Morell, Hoffmann, Dietrich, Brandt, Bormann, los ayudantes y las secretarias volvían a reunirse allí. Hitler se sentaba junto a la chimenea, al lado de Eva Braun. Las mujeres formaban grupos, sentadas o recostadas en los sofás y los pesados sillones de felpa que formaban un semicírculo en torno al fuego.

De esta manera discurrían lo que se conocía como las tardes del té. Los ordenanzas servían champán, licor, té, café y un refrigerio. Eva Braun estaba sentada con las piernas encogidas y tocada con una gorra de piel. En presencia de Hitler guardaba silencio y prefería escuchar mientras sus amigas charlaban sobre la película que acababan de ver.

En el gran armario de la pared había miles de discos. Hitler prefería música ligera para esas reuniones. Siempre escuchaba las mismas operetas de Lehár y Suppé. La conclusión de la velada era invariablemente la obertura de La viuda alegre. Hitler podía escuchar discos hasta las dos o las dos y media de la madrugada. Sólo entonces se retiraba a sus habitaciones privadas. Eva Braun, por lo general, se acostaba más temprano.

miércoles, 21 de octubre de 2009

El guerrero se rinde

Los animales, por el mero hecho de serlo, no siempre muestran iguales actitudes en sus habituales luchas. No siempre el animal vencedor perdona la vida al vencido cuando éste se encuentra derrotado y completamente a su merced. El caso de las tórtolas es, en tal sentido, ejemplar. Son sádicamente refinadas en la muerte del que se rinde ante ellas, estas aves tan erróneamente consideradas símbolos de paz y delicadeza.

A Freezing Rush  by Alexa Gomez Alexa Gomez

En cambio los lobos, estan muy perseguidos y sin embargo son mucho más nobles. Un lobo vencedor nunca matará al vencido en actitud sumisa. Bastará la simple postración para que la victoria sea un hecho indiscutible para todos los miembros de una manada, incluso para el derrotado, que nunca se revolverá traicioneramente sino que pasará a ser un sincero compañero fiel y leal.

Perspective by Claire Hutton Claire HuttonJustificar a ambos lados

Konrad Lorenz estudia si existe algo parecido a la actitud del lobo en el ser humano. Estudia al guerrero homérico que quiere rendirse y pide gracia; arroja su yelmo y su escudo, cae de rodillas e inclina la cerviz, acciones que manifiestamente facilitarían a su contrario el darle muerte, pero que, en realidad, dificultan semejante acción. Todavía hoy, en los gestos habituales de cortesía se descubren indicios simbólicos de esos de sumisión: reverencias, quitarse el sombrero, presentar las armas en las ceremonias militares.

Por lo demás los gestos de sumisión de los guerreros griegos no parecen haber sido de extraordinaria efectividad; los héroes de Homero no se dejaban influir y por lo menos a este respecto, su corazón no era tan fácil de enternecer como el de los lobos. El cantor nos relata numerosos casos en los cuales el que pedía merced era muerto sin piedad -o a pesar de la piedad-.

También la leyenda heroica germánica abunda en casos donde fallan los gestos de sumisión, y hay que esperar hasta la edad caballeresca del Medievo para encontrar la gracia para el vencido. Sólo el caballero cristiano es, sobre las bases religiosas de su moral, tan caballeresco como pueda serlo el lobo.

sábado, 17 de octubre de 2009

La concentración del sexo

Delicious by Ashley Quenan Ashley Quenan

Si un condenado a muerte sabe que será ejecutado en quince días, su cerebro adquiere una extraordinaria capacidad de concentración. El sexo también concentra maravillosamente la mente y ésta es la razón por la que al hombre civilizado le obsesiona. Le permite saborear cada fracción, cada centímetro, no sólo del acto sexual, sino de la propia vida.

Después el hombre se entristece, hay una bajada de tensión al finalizar el sexo (post coitum triste decían los clásicos ) y no se tarda en volver al estado desconcentrado y desenfocado habitual. La conciencia normal es blanda y su actitud respecto a la realidad, defensiva.

Ésto es lo que Sartre denominó contingencia, la sensación de estar a merced de la suerte. Así unas relaciones sexuales interminables son un intento de escapar de la sensación de contingencia.

Y a esto ayuda que en las condiciones antinaturales de la civilización, el deseo sexual se ve artificialmente incrementado. Los simios en los zoológicos practican constantemente el sexo mientras que en la naturaleza lo tratan con relativa indiferencia.

miércoles, 14 de octubre de 2009

Brujería y miedo. La velada en Benicarló



Las brujas siempre han existido. Pero su persecución y quema no es propia de la Edad Media ni exclusiva del catolicismo de los países del sur de Europa. Las ejecuciones en las plazas públicas coincidieron con el Renacimiento y el Siglo de Las Luces. Y fue el miedo colectivo el que creó a estos personajes y no al revés. Es el miedo colectivo el que crea la supuesta amenaza que suponen y no al revés.

El fenómeno del miedo de una sociedad puede tener una causa objetiva. Así ocurrió con la epidemia de peste de mediados del siglo XV, conocida como la muerte negra, o las grandes invasiones, como la de los turcos que llegaron a las puertas de Viena.

Pero hay otras explosiones de miedo que no tienen una causa bien definida. A este tipo se corresponde el desatado entre la segunda mitad del siglo XVI y la primera del XVII, cuyo hecho más extremo fue la quema de brujas.

La persecución de las brujas no es algo medieval, sino que aparece con el avance de la razón y la ciencia, ya en la Edad Moderna. Aunque hubo ejecuciones en los siglos anteriores, el fenómeno explota un siglo después de la aparición de la imprenta y a muchas décadas del descubrimiento de América. En concreto, el auge de las persecuciones tiene lugar entre 1575 y 1625.Y las hogueras ardían tanto en la Europa católica como en la protestante.

Las habladurías, los chismes y los rumores son los elementos clave que van dando forma a la amenaza. En ellas, se ve a las brujas como una minoría organizada, que se comunican mediante un código secreto. La mayoría social, para motivar su propio miedo irracional frente a una minoría insignificante a la que niega cualquier posibilidad de defenderse, crea una situación absolutamente mistificada: esa misma minoría se presenta como misteriosamente poderosa.

Es una constante en las explosiones de miedo social que la mayoría elija a la parte más débil En cuanto a las destinatarias de los miedos populares, al principio las víctimas son mujeres viejas. Pero también las hay muy jóvenes. En la lista de las 29 hogueras de Würzburg (Alemania) de 1629 hay niñas menores de 10 años. Es una constante en las explosiones de miedo social que la mayoría elija a la parte más débil como objeto de sus ataques. Y en aquél momento eran las mujeres.

Pero, aunque la minoría perseguida eran las mujeres, la paranoia se extiende después a los forasteros, las feas, pero también las guapas, a los más pobres y los más ricos. La irracionalidad se extiende hasta que, de pronto y quizás por hartazgo social, disminuye hasta desaparecer.

El rostro del acusador era de la masa de nivel medio, carente de rasgos diferenciados, dominada por el miedo, el odio y la envidia hacia aquellos que poseen alguna cualidad sobresaliente.

El miedo social al diferente es una constante universal. La persecución de los primeros cristianos en la parte final del Imperio Romano, donde se les acusaba de participar en ceremonias secretas donde asesinaban a niños y acababan la noche en una orgía, es un buen ejemplo. Gran parte de las denuncias contra los cristianos se basaban en habladurías.

Aunque la expulsión de los judíos de España data de 1492, la persecución y el mito de la pureza de sangre, junto al fenómeno de los cristianos viejos, aparecen en el siglo XVII. los judíos son acusados de practicar extraños ceremoniales y tratos con Satanás. Esto se produce al mismo tiempo que el conflicto con los moriscos se recrudece, prendiendo con fuerza la idea del moro amenazador en la psicología colectiva. Ambos pueblos escriben al revés. Lo que es, para los simples, un signo diabólico.

El victimismo y la sensación de asedio son otras características del miedo social. Los nazis lo explotaron, presentándose como los salvadores de una patria amenazada desde dentro y desde fuera por los judíos. De hecho, el aislamiento creciente que vivió el país fue amplificado por la propaganda nazi.

La velada en Benicarló

El odio que separa a unos españoles de otros, de dónde procede. En La velada en Benicarló escrita por Manuel Azaña en plena Guerra Civil, se propone una respuesta totalmente ligada con el texto anterior, dada por el personaje del abogado Claudio Marón : "El odio es engendro del miedo". "Una parte de España temía, hasta el pavor, a la otra parte. La perenne amenaza y los desquites atroces han mudado el pavor en aborrecimiento y azuzado el espíritu de venganza".

Otro personaje, el escritor Morales, relata como todo empieza con la expulsión de los moros, muchos de los cuáles eran de casta rural convertidos al islamismo, pero más rancios españoles que los propios godos.

Morales recuerda la patética escena de El Quijote en la cual Sancho vuelve a encontrar a su vecino Ricote, expulsado de España por tener el infortunio de haber nacido morisco. "Doquiera que estemos llevamos a España - se lamenta Ricote - que, en fin, nacimos en ella y es nuestra patria natural".

domingo, 11 de octubre de 2009

La esperanza nos somete

En la parte IV de la Ética señalaba Spinoza que "en la naturaleza no se da ninguna cosa singular sin que se dé otra más potente y más fuerte",y que "dada una cosa cualquiera, se da otra más potente por la que aquella puede ser destruida".

The beginning or the end... by Lindsay Blamey Lindsay Blamei

Lo que es lo mismo: que amor, amistad, arte, generosidad, sacrificio o sabiduría no son más que los monumentos que es capaz de construir el hombre siempre en lucha por una armonía que paradójicamente sólo deja de ser mortal cuando se sabe imaginaria y sin esperanza de arreglo definitivo pues también nos enseña Spinoza que el miedo y la esperanza son los dos procedimientos por los cuales se genera la sumisión de los demás.

Los totalitarismos han funcionado sobre una gran esperanza "a punto de llegar". Situarte fuera de la esperanza es la condición para poder construir esos pequeños ámbitos de libertad.

9pm by Michael Douglass Michael Douglas

jueves, 8 de octubre de 2009

Las píldoras

Schoales Lane, Drogheda by Munich

Tomarlas, en el fondo, es un poco como el sueño de la artificialidad. En contra de lo natural, porque de algún modo lo natural es la muerte. José Bergamín, en sus últimos años, iba al médico y éste le dijo: “¡Hombre, usted está muy bien, salvo los achaques naturales de su edad!” . Y Bergamín le contestó: “Es que usted no se ha dado cuenta de que lo natural a mi edad es morirse”.

The Wise Men Talking by swin


Y esa es mi impresión y que en cambio, la artificialidad es sobrevivir. Me gusta la idea de vida como triunfo más o menos artificial, como truco, como zancadilla a la muerte.

Digamos que las personas se dividen en aquellas que son reacias a tomar medicinas y las otras a quienes les gusta probar sus efectos. Las pro-medicamentos suelen ser menos rigurosas en cuestiones de moral y sexo. Su disposición positiva hacia ese producto farmacéutico que interviene en nuestro organismo requiere alguna desinhibición para exponer el cuerpo. La disposición del cuerpo para experimentar con él y sus efectos inducidos.

Blues Bar by Michal Bladek

Quien hace gesto de no querer tomar esta o aquella píldora reproduce en su actitud la del puritano que teme incurrir en algún acto impuro, mientras quien traga la píldora sin aprehensión hace saber que acepta la sorpresa, el cambio de estado. Quienes no desean medicarse, les pase lo que les pase, denotan a su vez que algo les pasa. Como también quienes se engolosinan en las farmacias dan a conocer síntomas de su yo. Entre tantos rasgos posibles, los pastilleros tienden a ser adictos mientras que los "naturales" tienden a ser adustos.

jueves, 1 de octubre de 2009

El crustáceo del arquitecto Adolf Loos

Siendo un niño, el futuro pintor Oscar Kokoschka (1886-1980) solía ir a un parque público próximo a su domicilio. Allí descubrió un día su despertar sexual al contemplar cómo se balanceaba una niña en un columpio. Desconcertado por ese impulso que parece haberse adueñado de él y también por lo rígida que era la madre de la niña evitando que Oscar se pudiese aproximar a ella, concibe un plan explosivo. Decide fabricar una bomba casera, aprovechando lo que había estudiado en la escuela sobre la composición de la pólvora y coloca el artefacto junto a un hormiguero situado al borde del columpio de marras.

Pero un cálculo heterodoxo en la composición convirtió la explosión en algo mucho más formidable de lo previsto y el estampido no sólo fue tan fuerte que produjo que la niña se cayera del columpio desmayada por el susto, sino que masacró a las confiadas hormigas.

Adolf Loos pintado por Oscar Kokoschka


Treinta años después de esta explosión sentimental Kokoschka visita en París al que había sido su mentor principal, el gran arquitecto Adolf Loos. Entonces Adolf se hallaba autoexiliado en París, enfermo, abandonado por su última mujer, desvariando ya algo y en un estado lamentable de abandono personal. Kokoschka, al poco de iniciar la visita, comprendiendo la situación del viejo maestro, trata de marcharse viendo la angustiosa situación de su amigo, abrumado por resolver la imposible supervivencia de su patria, Austria.

Pero Loos le retiene, e incorporándose del lecho con su pijama lleno de rotos, saca de debajo de la manta un bogavante que chorrea salsa de tomate. Era el plato favorito del arquitecto y generosamente obliga a Kokoschka a compartirlo. Y en un momento de lucidez, Loos explica a Kokoschka que los austriacos perdieron la I Gran Guerra porque en vez de langostas o bogavantes sólo comen albóndigas, strudel y tartas.

Appelstrudel

A veces ni la jardinería ni la pastelería pueden sostener un imperio de opereta como el Austrohúngaro.

domingo, 27 de septiembre de 2009

CULTURA DE LA SOSPECHA , EL ASOMBROSO DESCUBRIMIENTO DE JOAN FONTCUBERTA


Cercopithecus Icarocornu , abajo


Alopex Stultus, derecha

En sus viajes por el mundo, en busca de anomalías zoológicas en la teoría de la evolución de Darwin, el naturalista aleman, Peter Ameisenhaufen descubrió criaturas sorprendentes. Su fiel acompañante, Hans von Kubert documentó con su cámara dichas expediciones. Medio siglo después, tras encontrar este archivo de unas 30 especies diferentes que escaparon a los registros antropológicos, el fotógrafo catalán Joan Fontcuberta expone este hallazgo revolucionario en museos de ciencias naturales del mundo entero. Aquí va un somero relato de lo encontrado:

"Durante las vacaciones de verano de 1980, en una lúgubre mansión habilitada como "Bed & Breakfast" en la escarpada costa de Cap Wrath, en el norte de Escocia, mi amigo Pere Formiguera y yo (Joan Fontcuberta) encontramos un extraño archivo compuesto de cuadernos y páginas llenas de anotaciones en alemán, fotografías, instrumentos de disección, frascos de formol y algunos animales disecados horripilantes. Recuerdo que era una tarde tediosa, la lluvia torrencial nos impedía salir y por alguna razón bajamos al sótano. La visión de aquel trastero húmedo y maloliente despertó nuestra curiosidad, ávida por descubrir tesoros olvidados.

Los dos días siguientes, aunque luciera un sol esplendoroso, no salíamos de aquel antro, verdadera cueva de Alí Baba de las ciencias naturales, maravillándonos del contenido de las fotografía e intentando descifrar enigmáticos escritos. Pudimos deducir que su autor había sido un zoólogo de ascendencia neodarwinista enfrascado a lo largo de los años 30 y 40 en investigaciones teratológicas. Se llamaba Peter Ameisenhaufen. Su archivo había sufrido una inundación y muchas piezas se hallaban en un estado deplorable. Urgía restaurarlo y ponerlo todo en orden, pero sobre todo se imponía ofrecer todos esos datos a la consideración de los expertos y divulgar ante el gran público la vida y los hallazgos del Profesor."

Entre los animales documentados está el Alopex Stultus, animal con cabeza de tortuga y cuerpo de zorro, que se caracteriza por camuflar su cabeza debajo de la tierra para evitar a los depredadores y cazadores, ya que su carne es muy apreciada.

También está el Cercopithecus Icarocornu (mono con alas y cuernos) - cuya imagen encabeza el artículo- animal sagrado de la tribu de los nalategu, en la jungla amazónica, pues sirve al chamán para interpretar su vuelo y de esa manera puede conocer el futuro.



Centaurus neardenthalensis. Extraño animal mitad mono mitad cuadrúpedo, con Von Kubert

Seguiremos dando datos de éste extraordinario y poco divulgado descubrimiento.

jueves, 24 de septiembre de 2009

La oficina de objetos perdidos

Vivimos perdiendo, también ganando, pero nunca recuperando del todo. La mejor preparación para sobrellevar la vida quizá sea aprender el arte de romper con lo que nos resulta imprescindible, hacerse experto en despedidas, aprender a renunciar con más alegría que resignación.

La vida se compone de una serie de rupturas o quizá es una ruptura en serie: amantes, amigos, fallecidos; el hurto o extravío de objetos apreciados, el régimen terapéutico que nos prohíbe alimentos o bebidas preferidos, el abandono del sueño de la revolución eterna por el goce del instante.

Renegade by Reece Barnes Renegade por Reece Barnes

De niños perdimos, además de piezas de rompecabezas o dientes, alguna que otra ilusión. Más tarde perdimos al primer amor, la inocencia, el sueño de juventud eterna, un paraguas, un bolígrafo, un botón. En la etapa adulta, las pérdidas comienzan a agravarse: llaves, sueños, carteras, un entrañable amor, joyas, calcetines, amigos, la firmeza de la piel, la capacidad visual, la brillantez y oscuridad del cabello y al final la paciencia.

La poetisa polaca y premio Nobel de 1996 Wislawa Szymborska, escribió el Discurso en la oficina de objetos perdidos, reflexión sobre lo que hemos sido y perdimos para ahora ser quien creemos que somos:

"Perdí unas pocas diosas camino del sur al norte,
también muchos dioses camino de este a oeste.
Un par de estrellas se apagaron para siempre, ábrete, oh cielo.
Una isla, otra se me perdió en el mar.
Ni siquiera sé dónde dejé mis garras,
quién anda con mi piel,
quién habita mi caparazón.
Mis parientes se extinguieron cuando repté a tierra,
y sólo algún pequeño hueso dentro de mí celebra el aniversario.
He saltado fuera de mi piel, desparramado vértebras y piernas,
dejado mis sentidos muchas, muchas veces.
Hace tiempo que he guiñado mi tercer ojo a eso,
chasqueado mis aletas, encogido mis ramas.
Está perdido, se ha ido, está esparcido a los cuatro vientos.
Me sorprendo de cuán poco queda de mí:
un ser individual, por el momento del género humano,
que ayer simplemente perdió un paraguas en un tranvía."

Nostalgia by miruna uzdris Nostalgia, de Miruna Uzdris

viernes, 18 de septiembre de 2009

Leni Riefenstahl


En 1902 nació en Wedding, en Berlín, una barriada obrera. Helene Amalie Bertha Riefenstahl. Criada en un vecindario sacudido por suicidios diarios y un índice de raquitismo del 20 por ciento, se forjó la voluntad y la ambición de Leni Riefenstahl.

Una representación infantil de «Blancanieves» iluminó el talento de esa niña de 5 años que había aprendido a leer prematuramente. Su vocación era el espectáculo. Delante aguardaba una fulgurante carrera en los escenarios como bailarina -que se truncó cuando se lesionó la rodilla: «De todo lo demás que he hecho en mi vida como artista, la danza fue lo que más me fascinó y me hizo feliz», declaró ya centenaria-.

Su destino quedó marcado en junio de 1924. Mientras esperaba su tren se acercó a un cine próximo para ver una película. Proyectaban «La montaña del destino», de Arnold Fanck, y desde entonces su mirada perteneció al cine. Entró en contacto con el realizador y éste, fascinado, escribió un guión para ella: «La montaña sagrada» (1926), un triángulo amoroso en lo más alto de las cumbres que se reproduciría alrededor de la actriz fuera de las pantallas.

El filme la convirtió en una estrella. El siguiente hito fue «El infierno blanco de Pitz Palü». Fue la segunda cinta más vista de Alemania y el nombre de Leni ya pasaba de boca en boca. Pero su fama no la ayudó para trabajar para conseguir el papel de «El ángel azul» (según Riefenstahl lo perdió frente a Dietrich). A partir de ahí, juró, como una Vivien Leigh, que se haría a sí misma.

Su proyecto «La luz azul» está en la raíz de su antisemitismo. Creada, interpretada y dirigida por ella, recogió unas reseñas muy malas en los diarios democráticos. «Estos críticos judíos no entienden nuestra mentalidad. No tienen ningún derecho a criticar nuestro trabajo», dijo Leni. No reparaba en los judíos que la habían ayudado a terminar la cinta. Se había pasado al nazismo.

A Hitler lo vio por primera vez ante un mitin: «Fue como si me cayera un rayo», reconoció Riefenstahl. Y durante su primer encuentro personal, Hitler le dijo: «Cuando ostentemos el poder, usted debe hacer mis películas». El Führer dejó en ella una impresión de hombre «inesperadamente modesto, natural y desinhibido». En toda su historia, en el Partido Nazi sólo hubo un 5 por ciento de mujeres. Ella llegó al círculo íntimo. Su pasión por el jerarca surgió tras la lectura de 'Mi lucha' y, al igual que otros millones de personas, apeló al hechizo de su personalidad en tiempos duros para Alemania. Desde su primer encuentro con el Führer, mantuvo una relación privilegiada con la Cancillería, que se mantuvo hasta el fin. Nunca hubo un creador cinematográfico con medios tan abundantes y, posiblemente, un ego no menos desmesurado, a pesar de que las críticas por su vinculación política nunca dejaron de acosarla.

La quema de libros, el orden nazi, el boicot contra los judíos. Riefenstahl negó conocer todo. Más tarde comentaría: «Sólo yo debería haber previsto que un día las cosas cambiarían». De momento rodaría los largometrajes sobre el Tercer Reich. Conocería a los dirigentes del régimen. A Goebbels lo llamaba, en la intimidad, «el tullido», el ministro de Propaganda, con quien mantuvo una tormentosa relación plagada tanto de ensalzamientos como de amenazas directas.; Martin Bormann «era un hombre muy primitivo» y Albert Speer, por el contrario, era «atractivo e impresionante».

Los rumores sobre el origen judío de la madre de Riefenstahl desencadenaría una investigación, ordenada por Hess, que no concluyó nada (no repararon en la falsificación de la prueba de descendencia que ella había preparado). Mientras, rodó una serie de cintas: «La victoria de la fe», y sobre todo «El triunfo de la voluntad», un clamoroso éxito en Alemania, con las famosísimas tomas del congreso del partido nazi en la explanada de Nuremberg, que mostró su peculiar manera de hacer, síntesis entre las técnicas documentales y narrativas, realzadas con una disposición de las cámaras muy calculada y osada, fruto de la obsesiva experimentación. El resultado se culminaba mediante una no menos extraordinaria labor de montaje. La sutil relación entre evocaciones poéticas, apelaciones al sentimiento del pueblo alemán, y el colosalismo de la puesta en escena generó imágenes muy seductoras, que proporcionaron el imaginario nacionalsocialista. La directora apeló a la vertiente artística de las cintas, pero nunca pudo desligarla de la responsabilidad moral, una carga que siempre la persiguió.

«El día de la libertad» fue otro éxito pero la fama mundial le llegó con «Olimpiada», el alarde de técnica e innovación sobre las Olimpiadas de Berlín, donde Hitler afirmaba: «Alemania necesita la paz y desea la paz». Se considera técnicamente y por sus originales planteamientos estéticos una revolución en el concepto propagandístico y en definitiva el mejor documental de la historia del cine La celebración de la cita olímpica en Berlín en 1938 suponía una ocasión única para difundir la nueva imagen del país y Riefenstahl se aplicó. Su osadía la llevó a una puesta en escena en la que se combinaban innumerables artificios técnicos y medios técnicos que generaron miles de metros de celuloide. Aunque la cineasta reclamó su iniciativa como un logro individual, 'Olimpiada' se convirtió en una tarjeta de presentación del nuevo gobierno de Berlín, una herramienta de la propaganda de Goebbels, y, como tal, concitó el rechazo de los aliados.

La guerra irrumpió. Riefenstahl siguió a las tropas en Polonia con una pistola y un cuchillo en el cinto. Presenció la masacre en Konskie, de la que se «marchó visiblemente alterada», según un testigo. Retomó «Tierra baja», la película más cara de Alemania, financiada por Hitler.

Al final la catástrofe. La apresaron soldados americanos y luego se enfrentó a la realidad. «Oculté la cara entre las manos». Dachau, Auschwitz, Buchenwald... «No sabía nada de eso», dijo, como antes con «La noche de los cristales rotos».

Leni (1902-2003) pasó sus últimos 60 años negando lo evidente: que era la cineasta favorita de los nazis, que financiaron generosamente sus películas; íntima de Adolf Hitler, echaba la culpa de todos sus contratiempos a los judíos.

Sobre todo, Leni pleiteaba. Azuzaba a sus abogados cuando alguien se atrevía a refutar su desconocimiento de las masacres nazis (y aparecían unas fotos que la situaban en medio de una matanza de la Wehrmacht en Polonia). También negó haber usado a prisioneros del Tercer Reich como extras en su versión de Tierra baja, unos desdichados gitanos a los que caracterizó como campesinos españoles. Se salvó por un tecnicismo: no salieron de un campo de exterminio, sino de un campo intermedio, anterior a su destino final.

El instinto de supervivencia de esta mujer tuvo una nueva oportunidad tras leer 'Las verdes praderas de África'. Probablemente, llegó hasta la novela de Ernest Hemingway cuando se documentaba en torno a las corridas de toros y el continente negro la atrapó. La seducción se produjo en 1952 y durante la segunda mitad del siglo emprendió al sur de Sudán una ardua labor, fundamentalmente fotográfica, con talante antropológico y etnográfico con sus erotizados retratos de los atléticos nuba africanos. Para Susan Sontag, sus nubas "son mejores nazis, bárbaros más puros, los verdaderos teutones". Para entonces, ya era una figura de cierto glamour. Fue celebrada por Andy Warhol, Jodie Foster pretendió interpretarla en un biopic, trató a Mick Jagger.

"De qué soy culpable? Nunca he pronunciado un solo término antisemítico. No he arrojado ninguna bomba atómica". Leni Riefenstahl no se arrepintió de su colaboración con Hitler, aunque durante la mitad de su larga vida, un siglo, hubo de enfrentarse a graves acusaciones y el constante recuerdo de su trabajo para el III Reich. El Führer condujo a Alemania al desastre más absoluto, mientras que la mítica directora cinematográfica, a través de sus poderosas imágenes, contribuyó decisivamente a crear el aura seductor y mesiánico del genocida.

También rodó una película submarina, 'Impresiones bajo el agua', estrenada coincidiendo con la celebración de su centenario. El hecho sirvió para que las críticas y denuncias por su colaboracionismo volvieran a llenar los medios de comunicación. Falleció poco después y, cinco años más tarde, su leyenda artística sigue vigorosa, y plena de controversia.