viernes, 29 de mayo de 2009

El modelo a imitar

La emulación, como motor de la modernidad, fue inaugurada por el Renacimiento que pretendía imitar a los clásicos, como muestra Peter Burke. Por eso la primera novela moderna, el Quijote, es la tragicomedia de un mitómano que literalmente se muere de envidia, según las tesis de René Girard. Pues como postuló Simmel, el proceso de la moda que define a la era moderna está promovido por la emulación, el esnobismo, la competencia de mercado y la rivalidad de clase.

Aquiles descubierto por Ulyses. Rubens y Van Dyck, Museo del Prado. Aquiles sale del cómodo gineceo y se convierte en héroe.

Pero la admiración de carácter moral hace que admiremos el bien y las personas buenas. Esa clase de admiración no sólo exige encontrarnos ante algo realmente bueno, extraordinario, sino también de una predisposición para captar el bien. Sin modelos externos a los que imitar y tratar de superar no hay posibilidad de aprendizaje ni por tanto de desarrollo mental y moral.

Partiendo de este principio hay que plantear enseguida una distinción entre modelos y antimodelos. Ambos son arquetipos de excelencia personal como virtuosos de la autorrealización humana. Pero mientras el modelo es un héroe positivo y virtuoso que se caracteriza por su universalidad, el antimodelo representa la cara oculta del héroe: el lado oscuro de su fuerza (como en Star Wars). Y para caracterizar negativamente a los antimodelos es útil la conocida inversión de los fines por los medios. Un modelo es un fin último que exige esfuerzo personal, es universal y reconoce la libertad y la responsabilidad.

En cambio, el antimodelo desprecia esos fines morales (los valores de universalidad, realización, libertad y responsabilidad, entre otros) para cometer el pecado de anteponer los medios (los métodos, los instrumentos) utilizados para conseguirlos, a los que se sacraliza en términos absolutos como si fueran derechos unilaterales o fines en sí mismos.

El modelo no sólo se desprestigia por los antimodelos sino por la tendencia actual a arrinconar al que sobresale de la mediocridad. Según los análisis de Canetti (Masa y poder) y Ortega (la Rebelión de las masas ) se ve como el rasero democrático acaba indiferenciándolo todo. No se trata de la democracia política, sino de ese democratismo que acaba invadiendo todos los ámbitos de la convivencia humana. La política debe ser democrática, pero la ética es por naturaleza aristocrática. La admiración enfrenta finalmente al hombre con la posibilidad de superarse. El hombre percibe su libertad y capacidad de ser mejor. En este sentido, el carácter ejemplificador del comportamiento virtuoso sirve de acicate para, por la emulación, superarse a uno mismo y alcanzar la perfección.

martes, 26 de mayo de 2009

Los abuelos de Galerías Preciados

Los Grandes Almacenes de esta época siguen exactamente igual que cuando se inauguraron en 1852, fecha de apertura de Au Bon Marché, el primero en su género. Creado por Aristide Boucicaut, la historia de Au Bon Marché viene descrita detalladamente en una novela de Emile Zola, Au Bonheur des Dames- El paraíso de las Damas - (1883), lo que refleja el protagonismo económico extraordinario que adquirió esa cadena comercial en el Segundo Imperio.




La novela sigue siendo la mejor introducción a las prácticas mercantiles de los Grandes Almacenes. Porque no han cambiado nada. Ya mostraban en los bajos del escaparate unas chucherías que llamaran la atención de los niños, para que, al detenerse, las señoras repararan en las lujosas mercancías situadas en altura. Ya diseñaban el recorrido interno del almacén de manera que el curioso hubiera de pasar delante de una buena selección de productos tentadores antes de llegar al que estaba buscando.

Ya entonces vendían a precio ruinoso alguna mercancía muy buscada (la seda, en aquel tiempo), de manera que atrajera público. Sabían que el cliente compraría otras cosas cuyo precio inflado compensaría las pérdidas. Ya era su mayor enemigo el pequeño comerciante, cuya respuesta se traducía en posiciones políticas ultraconservadoras, explotadas por los políticos populistas.

Ya el mayor gasto proporcional del almacén era la publicidad, con la que procuraba presentarse como el colmo de la vanguardia, de la sofisticación, de la elegancia, del deseo, de estar a la última, de la modernidad. Ya cumplían los principios básicos de todo Gran Almacén: marcar precio fijo en todos los objetos, permitir la anulación de la venta devolviendo el dinero, y que el pago de los empleados, casi en totalidad, fuese por una comisión sobre las ventas.

Zola señalaba que Boucicaut tuvo el genio comercial de saberse ganar a las madres por medio de los niños, para ello a partir de 1867 realizó la entrega de la “imagen de la semana” unos cromos de excelente litografía con un reverso reflejando la imagen del edificio principal de la cadena, con las que se configuraban diferentes colecciones, con lo que se lograba así la fidelización de la clientela. Se desarrollaron un buen número de colecciones en los cuales las acciones eran realizadas por niños, una práctica nuevamente que demuestra el claro sentido mercantilista del personaje.

jueves, 21 de mayo de 2009

El eterno femenino y los mirones

Milo Manara













Bettina
, la acróbata que describe Goethe en sus Epigramas venecianos, era tan elástica y tan ágil, tan maravillosamente hecha y tan flexible que podía tocar su cuerpo de todas las maneras posibles. Goethe se pregunta a qué especie pertenece, pues la chica es simultáneamente pez, concha, reptil, pájaro, humano y ángel.

El escritor siente miedo y arrobamiento: " Lo que más me preocupa es que Bettina crece cada día más en soltura, en belleza y en dominio de sí misma. Su cuerpo se perfecciona cada vez más. Al final se acariciará con la lengua su propio sexo. Jugará con su encantador cuerpo y perderá todo interés por los hombres."

Es el problema de ser un voyeur. No sólo permanece ajeno al juego sino que también es un perdedor. La chica se ha convertido en un fin de por sí. Embelesa tanto y se preocupa de tal manera de sí misma que no tiene necesidad alguna de los hombres, a no ser como espectadores.

En Mademoiselle de Maupin, de Theophile Gautier, no sólo los espectadores descubren que M. de Maupin, que siempre vestía de hombre, es en realidad una jovencita, sino también las otras mujeres que entonces la consideran una nueva rival y critican sin piedad su físico, pese a ser hermosísima

Así vemos que hay varios niveles en el voyeurismo: en la primera fila están otras mujeres, las rivales, en la segunda, hombres excitados por los comentarios y en la tercera, los lectores, nosotros.

Por encia de toda virtud reina el deseo. La metáfora de la feminidad es el secreto, el misterio. Desvelarlo es la razón última de la vida de un hombre. Por eso hay quién quiere profanarlo con violencia incluso. Jack el Destripador después de asesinar amputaba el útero a sus víctimas y daba prueba de esa impotencia para profanar el secreto a no ser por medio de la violencia. Por eso son siempre hombres quienes comenten crímenes sexuales, las mujeres no tienen esa naturaleza porque no pueden penetrar con violencia el cuerpo de un hombre.

El cuerpo femenino no sólo despierta deseo de profanación. Es sobre todo motivo de búsqueda de aventura de éxtasis, de sueño. Por ese motivo ha conducido a cimas artísticas , la imaginación se ve estimulada por lo prohibido. De ahí el auge de la pornografía en la Inglaterra victoriana o la misma época en Francia, igualmente represiva. A pesar de que podía acarrear prisión, centenares de obras prohibidas fueron vendidas.

En el ensayo Una habitación propia, Virginia Wolff describe irónicamente la sorpresa que se llevó al consultar las fichas del índice del Museo Británico con muchísimos libros escritos por hombres sobre mujeres y ninguno al revés. La respuesta es evidente. los hombres encuentran a las mujeres infinatamente fascinantes e indescifrables. Veáse: Venus en la mitología romana es la diosa del amor y de la belleza femenina. En Grecia Afrodita surgió de la espuma del mar. La Afrodita de Cnidos del escultor griego Praxíteles , del 350 a de C. , es el primer desnudo femenino de la historia de la escultura. Empezaba a ser el espléndido objeto del deseo.

domingo, 17 de mayo de 2009

La lucha contra lo real

el camino by silversprej El camino . Silversprej

. Invitation For Dinner by Ingrid Dance Invitation for dinner. Ingrid Dance

El hombre no puede dejar de enfrentarse a las cosas porque así prueba que él no es cosa alguna. Lo primero que descubrimos de la realidad es la terquedad con que se nos opone. La vivencia primaria de la resistencia con que se nos opone el mundo precede a toda conciencia, a toda percepción o representación. Así Ortega y Gasset llamó a la realidad contravoluntad y su discípula María Zambrano define lo real como lo que me circunda y resiste.

Kant decía que la paloma vuela gracias a que el aire le ofrece resistencia. Sin ese molesto viento que nos mete arenilla en los ojos, no podrían existir los aviones. Si nada se te opone, no eres nada. Nos construimos pues, gracias a que algo se resiste a nuestra construcción. Y nuestra forma física e intelectual en particular es el resultado de ese enfrentamiento y de los millones de detalles, variantes y matices con los que tropezamos a lo largo de nuestra existencia. Por eso Hegel tituló el capítulo de su Fenomenología que trata sobre la revolución francesa: “La libertad o el terror”.


miércoles, 13 de mayo de 2009

Jesús y la crucifixión

Jesús de Nazaret no fue el primer crucificado. Antes que él otros muchos murieron en cruces. La arqueología y la historia han aportado en los últimos años importantes evidencias sobre como se desarrolló la condena a muerte por crucifixión. El martirio de la cruz es ya citado por fuentes asirias, egipcias, griegas, persas, cartaginesas, etc, mucho tiempo antes de la era cristiana, a pesar de que no se haya datado con exactitud su origen.




Cuenta Flavio Josefo que el rey asirio Antioco IV Epifanes, en su persecución de los judíos, entre el 174 y 164 a.JC, sometió a intensos tormentos a quienes no acataban sus leyes, "...hiriéndoles a latigazos, mutilando sus cuerpos y, estando todavía vivos, colgándoles de cruces".

Esta tortura, junto con la horca, fueron denominadas arbor infelix o infelix lignum, que significa "árbol siniestro" y "leño o tronco siniestro", a pesar de que tiempo después la horca pasó a denominarse genericamente furca. Esta utilización de la definición infelix lignum arbitrariamente para la muerte en cruz y la muerte en horca, ha llevado a algunas comunidades religiosas, como las Iglesia de los Testigos Cristianos de Jehová, a la convicción de que Jesús murió clavado a un solo tronco vertical, sin el leño horizontal que forma la clásica cruz latina.

Pese a esta singular concepción de la crucifixión, lo cierto es que en ambas denominaciones latinas antes citadas, los vocablos arbor (árbol) y lignum (leño) hacen alusión al elemento básico de la cruz; el tronco de árbol de poco grosor.

¿Pero quién pudo ser el inventor de tan atroz forma de muerte?

Ya Cicerón, orador, pensador y político romano, indicaba a un tal Tarquino como su creador. Sin embargo investigadores contemporáneos documentan que el suplicio de la cruz se usaba en Roma antes de Tarquino, siendo además conocido y practicado fuera de la Ciudad Eterna.

La opinión más extendida en la actualidad es que esta forma de ejecución es de origen asiático, concretamente persa, a pesar de que algunos estudiosos mantengan que su origen es fenicio.

Pero lo importantes es que la cruz ya era utilizada por griegos, egipcios, cartagineses, y en otras áreas antes de su introducción en Roma.

En 1968 un grupo de arqueólogos halló al noroeste de Jerusalén, la tumba de un hombre que había muerto crucificado. Las marcas de violencia eran solo patentes en sus talones, atravesados por un clavo de 18 centímetros, en sus muñecas taladradas y en sus tibias y peronés intencionadamente rotos a la altura del tercio inferior y radio derecho, que presenta una fisura por clavo. El osario en que se hallaron estos restos, con a leyenda "Johannan ben Haggol" (Juan, hijo de Haggol) poseen un valor arqueológico y exegético extraordinario. Y el hecho de que no descubriesen otras evidencias de tortura en el crucificado, que según los expertos murió a la edad de entre 24 y 28 años, también resultan de gran valor por algo que explicaremos luego.

Reconstruida por los técnicos la posición de Juan en la cruz sería la siguiente: piernas colocadas una sobre otra ligeramente flexionadas. Los pies, juntos por los talones, son atravesados por un solo clavo (lo que confirmaría la tradición de los tres clavos en la cruz, y no cuatro como han supuesto algunos autores). La caja torácica levemente contorneada y los brazos fijados al palo horizontal (stipe) mediante dos clavos que atraviesan los antebrazos.

Además de "Juan hijo de Haggol", los arqueólogos han encontrado otras evidencias de la muerte en cruz. Por ejemplo, en unas excavaciones realizadas en 1940, en Herculano y Pompeya, fueron descubiertas varias cruces litúrgicas. Dado que estas antiguas villas veraniegas romanas fueron sepultadas por el Vesubio el 24 de agosto del año 79, estas cruces se suponen bastante más antiguas que ese año, y tal vez fueron contemporáneas a la utilizada contra Jesús de Nazaret. Pero esto no quiere decir que sean exactamente iguales a la cruz de Jesús, ya que se han catalogado 385 tipos de cruces diferentes.

Algunos teólogos afirman que la cruz es anterior a Jesús basándose simplemente en el texto evangélico. en Mt. 16-24 leemos: "El que quiera venir en pos de mi, niéguese a si mismo, tome su cruz y sígame".

Respecto a la cruz empleada en la muerte del fundador del Cristianismo, los autores plantean dos hipótesis fundamentales; la cruz Tau (en forma de T) y la cruz latina, clásica representación de la imaginería popular.

Los partidarios de la cruz Tau alegan que este tipo de cruz era la más utilizada en la antigua Roma, pero los detractores de esta hipótesis argumentan que esto no es posible, ya que el texto evangélico afirma que fue colocado un letrero con las iniciales INRI (Jesús Nazareno Rey de los Judíos) en la parte superior de la cruz, sobre la cabeza de Jesús (Mateo, Lucas y Juan) y esto es imposible en una cruz Tau que no tiene extremo superior.

La hipótesis más popular es que Jesús hubiese sufrido calvario en la clásica cruz latina, pero no la típica y estilizada cruz artesana que la iconografía religiosa plantea.

Con seguridad la cruz en que murió Jesús de Nazaret no estaba construida con dos pulidos tablones perfectamente ensamblados, ya que los árboles de Jerusalén (pinos primordialmente) eran demasiado enclenques para parir unos tablones lo suficientemente grandes para confeccionar una cruz mortuoria. Por otro lado, pulir, lijar y luchar contra los nudos de la madera era algo demasiado complicado para confeccionar una herramienta de muerte considerada maldita, y que la mayoría de las veces sería pasto de las llamas debido a las supersticiones populares que rodeaban aquellas despiadadas formas de tortura.

Los romanos denominaban genéricamente crux a todo instrumento de suplicio en que, el condenado a la pena capital, era fijado , alzado y sometido a una muerte lenta y cruel.

Justo Lipsio, el filósofo flamenco del siglo XVI, amigo de Quevedo y gran conocedor de los clásicos, sostenía con otros historiadores esta opinión. En este sentido la palabra latina crux significa simplemente tormento, martirio, y cruciare atormentar.

Según autores los romanos despreciaban a los reos de crucifixión. Tras dejarles un par de días para despedirse de sus familias y zanjar sus deudas, eran conducidos, sin ningún tipo de tormento o tortura adicional, al lugar en que eran crucificados. No se desperdiciaba tiempo ni energía en el condenado a la muerte en cruz. Recordemos que "Juan el Crucificado" no presentaba más síntoma de tortura que los clavos que lo fijaban a la madera y la rotura de las piernas. Explicaré después porqué.

Era tal el desprecio sentido para con los crucificados, que esta humillante tortura era reservada a los criminales de más baja ralea. Un condenado que pudiese mostrar el Civis romanus sum -salvoconducto que demostrase su ciudadanía romana- disfrutaría del "privilegio" de ser decapitado. Ejecución más digna, rápida y "humanitaria", que la agonía lenta e insoportable de la crucifixión.

De no poder demostrar su ciudadanía romana, y ser condenado a la cruz, el reo habría de cargar con el leño (casi siempre de pino vulgar) de unos 190 o 200 cm., llamado stipes hasta el lugar de ejecución. Una vez allí, tal y como llegaba atado al stipes era izado en el patibulum (parte horizontal de la cruz que sería un tronco), utilizando cuerdas que pasaban por encima de dicho tronco. Una vez izado se fijaban ambos troncos, stipes y patibulum (que ya adoptan la forma de cruz latina clásica) y se dejaba al crucificado morir lentamente de hambre, sed, insolación, dolor, asfixia, etc.

No solía descenderse el cuerpo del crucificado hasta que había sido totalmente descompuesto, para que sirviese de ejemplo y advertencia al pueblo.

En conjunto la cruz era bastante baja y el reo podía tardar entre 3 y 5 días en morir. En ese tiempo los crucificados solían ser atacados, y sus extremidades inferiores parcialmente devoradas por las alimañas, por lo que con el tiempo, en una muestra de paradójica "misericordia", los ejecutores decidieron hacer las cruces un poco más altas, pero alargando la agonía del crucificado.

Posteriormente los verdugos adoptarían la "piadosa" medida de romper las piernas del crucificado, con lo cual el cuerpo quedaba suspendido exclusivamente de los clavos de las muñecas.

Según han experimentado médicos forenses, un cuerpo humano en esta situación sufre una asfixia gradual, y para obtener cada bocanada de aire el crucificado ha de izarse a pulso sobre los clavos, que desgarran la carne y los nervios del antebrazo. Y tras cada titánico esfuerzo para respirar una vez más, el cuerpo vuelve a caer suspendido de los brazos, al no poder sostenerse sobre las piernas rotas. Así, en pocos minutos, el crucificado muere por asfixia.

La cruz como símbolo religioso

La imagen de la cruz aparece ya en la más remota antigüedad en áreas como las centro-americanas, tan lejanas y desconectadas de los orígenes del cristianismo.

Incluso en algunos petroglifos prehistóricos se han encontrado grabados cruciformes, lo que no deja de ser razonable, ya que es uno de los símbolos más sencillos que pueden confeccionarse: dos líneas que se cruzan en un punto.

En Europa y Asia no aparece el "signo de la cruz" como distintivo cristiano, al menos hasta el siglo IV. Hasta entonces los cristianos utilizaban otros símbolos, como el cordero divino (imagen originada en el cordero expiatorio del Pentateuco, utilizado por los judíos en su Éxodo a la Tierra Prometida).

En tiempos del Papa Celestino I (año 432), precisamente por lo que hemos expuesto, aparece sobre la puerta de la iglesia de Santa Sabina, en Roma, la que según algunos autores es la imagen más antigua de Jesús crucificado.

Esta imagen del crucificado (del latín "crucifixus", fijado en la cruz), que ahora identificamos instintivamente como específicamente cristiana, no apareció mostrando toda la crueldad de esa muerte, no expuesta públicamente hasta bien entrado el siglo VI y no cruentamente. E incluso entonces despertó indignación y escándalo entre los propios fieles. Este hecho fue reseñado por algunos cronistas cristianos, como el padre Maxime Gorce, quién escribía:

"Cuando en el año 560, aproximadamente, en Narbona fue exhibido por vez primera el cuerpo del ajusticiado (Cristo), según el testimonio de Gregorio de Tours, esto constituyó un espantoso y muy comprensible escándalo..." ´.

Jesús de Nazaret, una crucifixión excepcional

Según la muerte normal por crucifixión en el Imperio Romano, la de Jesús resulta atípica. Y más atípica resulta aún si, como hemos señalado anteriormente, los vestigios arqueológicos apuntan a que el crucificado no era torturado previamente.

El único muerto en cruz del que tengamos constancia histórica, que fue flagelado, golpeado y humillado antes de su crucifixión es Jesús de Nazaret.

En el Evangelio según San Matéo, el de Marcos, el de Lucas y el de Juan, relatan la Pasión y crucifixión de Jesús de Nazaret.

Evidentemente, y si nos atenemos a los documentos históricos (no solo los Evangelios) que hablan de Jesús de Nazaret este no era ciudadano romano, sino judío, y por tanto no podía aspirar a la decapitación. Sin embargo, en lugar de ser conducido a la muerte en cruz directamente, es flagelado, coronado de espinas, y humillado públicamente antes de su crucifixión. Por otro lado, según el relato del Nuevo Testamento, no se le rompen las piernas como era costumbre (y como se profetizaba en el Antiguo Testamento), ya que fallece antes víctima de los sucesivos tormentos.

Este martirio previo, que no se empleaba con los crucificados comunes, tiene en si mismo un extraordinario interés de cara a dos enigmas del cristianismo no menos fascinantes; la Sabana Santa de Turín y el Santo Sudario de Oviedo.

Ambos lienzos sobre todo la Síndone de Turín, representan a un hombre crucificado. En este sentido la historia de la muerte por crucifixión supone un aval razonable a la hora de identificar al hombre de la Síndone con Jesús de Nazaret, ya que la arqueología y la historia no nos han ofrecido evidencias de ningún otro reo de cruz que presenta las extraordinarias características que detalla el Evangelio en relación a la crucifixión de Jesús.

Sólo resta añadir que los primitivos crucifijos representaban a un Jesús vivo y triunfante, lujosamente engalanado y victorioso sobre la cruz, como afirma el dogma de la resurrección. A partir del siglo XII aparece ya muerto y cubierto solo con un paño atado a la cintura. Y a partir de 1300 se inicia populariza ya la representación de un Jesús coronado de espinas, humillado y sufriente, como realmente corresponde a un crucificado.

sábado, 9 de mayo de 2009

Azul

Archivo:Klein Beaubourg 2007.jpg

Suelta de 1001 globos azules , por el pintor rey del azul, Yves Klein.


Se ha observado que en los primeros siglos el azul, junto con el verde, era considerado un color de escaso valor, probablemente porque al principio no consiguen obtener azules vivos y brillantes, y por tanto los vestidos o las imágenes azules aparecen descoloridos y desvaídos.

Desde 1890, época de cuando datan las primeras encuestas de opinión, el azul ocupa el primer puesto de aceptación en términos de color en todo Occidente, tanto entre los hombres como entre las mujeres, y sin considerar su clase social. Hoy toda la civilización occidental le da preeminencia al azul.

Durante muchísimos siglos el azul fue un color desaparecido. Por más que aparezca en la naturaleza y especialmente en el Mediterráneo, era muy difícil de fabricar y por esa razón en parte no tuvo ningún papel en la vida social, religiosa o simbólica ni de Grecia ni de Roma, al punto tal que la ausencia del azul en los textos antiguos intrigó tanto a algunos filólogos del siglo XIX que llegaron a creer que los ojos de los griegos no lo percibían. El azul a los romanos no les gustaba en absoluto (para ellos era el color de los bárbaros, sus eternos enemigos que tenían ojos claros)

En la Biblia, a excepción del zafiro, no hay espacio para el azul. La situación perduró hasta la Alta Edad Media, los colores litúrgicos de la era carolingia aún lo ignoraban, pero... algo pasó en los siglos XII y XIII y de pronto el azul, que era un paria en la paleta de colores, fue rehabilitado al punto de que muchos siglos más tarde se convertiría en el más amado y oficial de todos los colores.

Ello no se debió solamente a que se dominaran las técnicas de la fabricación del color azul, sino al cambio del simbolismo del color en función de las creencias religiosas. Porque en esa época el Dios de los cristianos se convirtió precisamente en un dios de luz. Y la luz se volvió azul. Por primera vez en Occidente empezaron a pintarse los cielos de azul. Mientras que el latín no tenía un término para designar el azul, las lenguas derivadas inventaron entonces varios para definir sus distintas tonalidades

Aunque hoy nos cueste imaginarlo, hasta ese momento los cielos eran negros, rojos, blancos o dorados. En esta inversión cromática jugó también un rol adicional el frenesí por la clasificación, que buscaba establecer jerarquías de individuos, atribuyéndoles señas de identidad a los distintos estamentos del orden social. No casualmente es la época en que aparecen los apellidos y los escudos de armas. Para tanta variedad y ansias de clasificar no alcanzaba con los tres colores tradicionales (negro, blanco, rojo); por ello se incorporaron a la paleta el amarillo, el verde y el azul.

Mientras tanto, el azul se convirtió en el contrario del rojo. Las iglesias se llenaron de azul. Asistimos así a batallas culturales como la guerra entre los prelados como Suger, abad de San Denís, el alma del desarrollo del gótico, que creía que el color era luz, una manifestación divina y por ello lo utilizaba por doquier, mientras que en el otro extremo nos encontramos con San Bernardo, abad de Claraval, que consideraba que el color era materia y por lo tanto vil y execrable.

A partir del siglo XII, el azul se convierte en un color apreciado; pensemos en el valor místico y estético del azul de las vidrieras y de los rosetones de las catedrales: domina sobre los otros colores y contribuye a filtrar la luz de forma celestial.

Por otra parte no eisten alimentos azules, excepto quizá alguna clase de queso o algún extraño licor. No nos lo imaginamos para comerlo. En él se diferencian y nunca se entremezclan, como en ningún otro color, el gusto y el propio tono. Es el color por excelencia. Se ofrece siempre a la vista, no al gusto. Rechazamos ingerirlo.

En occidente el color preferido es el azul, entonces. Hay motivos religiosos y culturales. En Japón el favorito es el rojo; en la India y China el amarillo y en los países del islam, el verde, el color del profeta.

También nos remite a la melancolía. En inglés blue significa azul, pero también tristeza y blues se traduce como melancolía.

lunes, 4 de mayo de 2009

Tercera receta para salir de la crisis


Salvador Dalí, metamorfosis de Don Qujiote


El coche que figura a nombre de la sociedad o de la actividad a cuyo nombre cargan también la gasolina, las reparaciones, el móvil, los viajes, y, como reconocen asesores e inspectores de Hacienda, hasta el servicio doméstico y el colegio privado de los niños. Es una parte de lo que muchos profesionales y empresarios que viven de la empresa o de la actividad y que a la hora de declarar sus ingresos reales se sienten pobres aunque su ritmo de vida sea muy distinto.

Son los que pueden declarar lo que quieren con unas normas tributarias y actuaciones administrativas bastante laxas y que sólo intentan controlar a las únicas rentas que sostienen al Estado: las rentas de trabajo.

De cada 100 euros que se declaran, 83 corresponden a las nóminas, mientras que sólo 9 euros corresponden a las rentas que declaran por actividad económica los profesionales, empresarios y autónomos. El resto, se lo reparten los rendimientos declarados por todos del capital mobiliario e inmobiliario y por otras rentas imputadas, como las de segundas viviendas.

Los de la nómina son los únicos declarantes que pagan por sus ingresos reales. Declaran de media un 125% más que los empresarios y profesionales. Algo increíble.

Todo esto produce un efecto muy dañino desde el punto de vista social, porque hay muchas personas que pueden presentar una declaración de la renta con menos ingresos de los que realmente obtienen y así pueden optar preferentemente a becas para sus hijos, a plazas escolares y a guarderías, o tener más fácil acceso a una vivienda oficial.

Según un estudio reciente del colectivo de Técnicos del Ministerio de Economía y Hacienda (Gestha), la economía sumergida en España se sitúa en el 23% del PIB, lo que supone que más de 240.000 millones de euros escapan del pago de impuestos, dejando de ingresar casi 90.000 millones por año. Distintos estudios de organismos como el Instituto de Estudios Fiscales (IEF), el Banco de España, el Consejo Económico y Social (CES), el Banco Mundial y la propia Unión Europea sitúan el fraude fiscal y la economía sumergida española en una horquilla comprendida entre el 20% y el 25% del Producto Interior Bruto (PIB) frente a una media en los países europeos diez puntos por debajo, en los más desarrollados, 15 puntos por debajo. Con la crisis, las cifras se incrementan.

Uno de cada cuatro euros es negro. Así de claro.