domingo, 27 de septiembre de 2009

CULTURA DE LA SOSPECHA , EL ASOMBROSO DESCUBRIMIENTO DE JOAN FONTCUBERTA


Cercopithecus Icarocornu , abajo


Alopex Stultus, derecha

En sus viajes por el mundo, en busca de anomalías zoológicas en la teoría de la evolución de Darwin, el naturalista aleman, Peter Ameisenhaufen descubrió criaturas sorprendentes. Su fiel acompañante, Hans von Kubert documentó con su cámara dichas expediciones. Medio siglo después, tras encontrar este archivo de unas 30 especies diferentes que escaparon a los registros antropológicos, el fotógrafo catalán Joan Fontcuberta expone este hallazgo revolucionario en museos de ciencias naturales del mundo entero. Aquí va un somero relato de lo encontrado:

"Durante las vacaciones de verano de 1980, en una lúgubre mansión habilitada como "Bed & Breakfast" en la escarpada costa de Cap Wrath, en el norte de Escocia, mi amigo Pere Formiguera y yo (Joan Fontcuberta) encontramos un extraño archivo compuesto de cuadernos y páginas llenas de anotaciones en alemán, fotografías, instrumentos de disección, frascos de formol y algunos animales disecados horripilantes. Recuerdo que era una tarde tediosa, la lluvia torrencial nos impedía salir y por alguna razón bajamos al sótano. La visión de aquel trastero húmedo y maloliente despertó nuestra curiosidad, ávida por descubrir tesoros olvidados.

Los dos días siguientes, aunque luciera un sol esplendoroso, no salíamos de aquel antro, verdadera cueva de Alí Baba de las ciencias naturales, maravillándonos del contenido de las fotografía e intentando descifrar enigmáticos escritos. Pudimos deducir que su autor había sido un zoólogo de ascendencia neodarwinista enfrascado a lo largo de los años 30 y 40 en investigaciones teratológicas. Se llamaba Peter Ameisenhaufen. Su archivo había sufrido una inundación y muchas piezas se hallaban en un estado deplorable. Urgía restaurarlo y ponerlo todo en orden, pero sobre todo se imponía ofrecer todos esos datos a la consideración de los expertos y divulgar ante el gran público la vida y los hallazgos del Profesor."

Entre los animales documentados está el Alopex Stultus, animal con cabeza de tortuga y cuerpo de zorro, que se caracteriza por camuflar su cabeza debajo de la tierra para evitar a los depredadores y cazadores, ya que su carne es muy apreciada.

También está el Cercopithecus Icarocornu (mono con alas y cuernos) - cuya imagen encabeza el artículo- animal sagrado de la tribu de los nalategu, en la jungla amazónica, pues sirve al chamán para interpretar su vuelo y de esa manera puede conocer el futuro.



Centaurus neardenthalensis. Extraño animal mitad mono mitad cuadrúpedo, con Von Kubert

Seguiremos dando datos de éste extraordinario y poco divulgado descubrimiento.

jueves, 24 de septiembre de 2009

La oficina de objetos perdidos

Vivimos perdiendo, también ganando, pero nunca recuperando del todo. La mejor preparación para sobrellevar la vida quizá sea aprender el arte de romper con lo que nos resulta imprescindible, hacerse experto en despedidas, aprender a renunciar con más alegría que resignación.

La vida se compone de una serie de rupturas o quizá es una ruptura en serie: amantes, amigos, fallecidos; el hurto o extravío de objetos apreciados, el régimen terapéutico que nos prohíbe alimentos o bebidas preferidos, el abandono del sueño de la revolución eterna por el goce del instante.

Renegade by Reece Barnes Renegade por Reece Barnes

De niños perdimos, además de piezas de rompecabezas o dientes, alguna que otra ilusión. Más tarde perdimos al primer amor, la inocencia, el sueño de juventud eterna, un paraguas, un bolígrafo, un botón. En la etapa adulta, las pérdidas comienzan a agravarse: llaves, sueños, carteras, un entrañable amor, joyas, calcetines, amigos, la firmeza de la piel, la capacidad visual, la brillantez y oscuridad del cabello y al final la paciencia.

La poetisa polaca y premio Nobel de 1996 Wislawa Szymborska, escribió el Discurso en la oficina de objetos perdidos, reflexión sobre lo que hemos sido y perdimos para ahora ser quien creemos que somos:

"Perdí unas pocas diosas camino del sur al norte,
también muchos dioses camino de este a oeste.
Un par de estrellas se apagaron para siempre, ábrete, oh cielo.
Una isla, otra se me perdió en el mar.
Ni siquiera sé dónde dejé mis garras,
quién anda con mi piel,
quién habita mi caparazón.
Mis parientes se extinguieron cuando repté a tierra,
y sólo algún pequeño hueso dentro de mí celebra el aniversario.
He saltado fuera de mi piel, desparramado vértebras y piernas,
dejado mis sentidos muchas, muchas veces.
Hace tiempo que he guiñado mi tercer ojo a eso,
chasqueado mis aletas, encogido mis ramas.
Está perdido, se ha ido, está esparcido a los cuatro vientos.
Me sorprendo de cuán poco queda de mí:
un ser individual, por el momento del género humano,
que ayer simplemente perdió un paraguas en un tranvía."

Nostalgia by miruna uzdris Nostalgia, de Miruna Uzdris

viernes, 18 de septiembre de 2009

Leni Riefenstahl


En 1902 nació en Wedding, en Berlín, una barriada obrera. Helene Amalie Bertha Riefenstahl. Criada en un vecindario sacudido por suicidios diarios y un índice de raquitismo del 20 por ciento, se forjó la voluntad y la ambición de Leni Riefenstahl.

Una representación infantil de «Blancanieves» iluminó el talento de esa niña de 5 años que había aprendido a leer prematuramente. Su vocación era el espectáculo. Delante aguardaba una fulgurante carrera en los escenarios como bailarina -que se truncó cuando se lesionó la rodilla: «De todo lo demás que he hecho en mi vida como artista, la danza fue lo que más me fascinó y me hizo feliz», declaró ya centenaria-.

Su destino quedó marcado en junio de 1924. Mientras esperaba su tren se acercó a un cine próximo para ver una película. Proyectaban «La montaña del destino», de Arnold Fanck, y desde entonces su mirada perteneció al cine. Entró en contacto con el realizador y éste, fascinado, escribió un guión para ella: «La montaña sagrada» (1926), un triángulo amoroso en lo más alto de las cumbres que se reproduciría alrededor de la actriz fuera de las pantallas.

El filme la convirtió en una estrella. El siguiente hito fue «El infierno blanco de Pitz Palü». Fue la segunda cinta más vista de Alemania y el nombre de Leni ya pasaba de boca en boca. Pero su fama no la ayudó para trabajar para conseguir el papel de «El ángel azul» (según Riefenstahl lo perdió frente a Dietrich). A partir de ahí, juró, como una Vivien Leigh, que se haría a sí misma.

Su proyecto «La luz azul» está en la raíz de su antisemitismo. Creada, interpretada y dirigida por ella, recogió unas reseñas muy malas en los diarios democráticos. «Estos críticos judíos no entienden nuestra mentalidad. No tienen ningún derecho a criticar nuestro trabajo», dijo Leni. No reparaba en los judíos que la habían ayudado a terminar la cinta. Se había pasado al nazismo.

A Hitler lo vio por primera vez ante un mitin: «Fue como si me cayera un rayo», reconoció Riefenstahl. Y durante su primer encuentro personal, Hitler le dijo: «Cuando ostentemos el poder, usted debe hacer mis películas». El Führer dejó en ella una impresión de hombre «inesperadamente modesto, natural y desinhibido». En toda su historia, en el Partido Nazi sólo hubo un 5 por ciento de mujeres. Ella llegó al círculo íntimo. Su pasión por el jerarca surgió tras la lectura de 'Mi lucha' y, al igual que otros millones de personas, apeló al hechizo de su personalidad en tiempos duros para Alemania. Desde su primer encuentro con el Führer, mantuvo una relación privilegiada con la Cancillería, que se mantuvo hasta el fin. Nunca hubo un creador cinematográfico con medios tan abundantes y, posiblemente, un ego no menos desmesurado, a pesar de que las críticas por su vinculación política nunca dejaron de acosarla.

La quema de libros, el orden nazi, el boicot contra los judíos. Riefenstahl negó conocer todo. Más tarde comentaría: «Sólo yo debería haber previsto que un día las cosas cambiarían». De momento rodaría los largometrajes sobre el Tercer Reich. Conocería a los dirigentes del régimen. A Goebbels lo llamaba, en la intimidad, «el tullido», el ministro de Propaganda, con quien mantuvo una tormentosa relación plagada tanto de ensalzamientos como de amenazas directas.; Martin Bormann «era un hombre muy primitivo» y Albert Speer, por el contrario, era «atractivo e impresionante».

Los rumores sobre el origen judío de la madre de Riefenstahl desencadenaría una investigación, ordenada por Hess, que no concluyó nada (no repararon en la falsificación de la prueba de descendencia que ella había preparado). Mientras, rodó una serie de cintas: «La victoria de la fe», y sobre todo «El triunfo de la voluntad», un clamoroso éxito en Alemania, con las famosísimas tomas del congreso del partido nazi en la explanada de Nuremberg, que mostró su peculiar manera de hacer, síntesis entre las técnicas documentales y narrativas, realzadas con una disposición de las cámaras muy calculada y osada, fruto de la obsesiva experimentación. El resultado se culminaba mediante una no menos extraordinaria labor de montaje. La sutil relación entre evocaciones poéticas, apelaciones al sentimiento del pueblo alemán, y el colosalismo de la puesta en escena generó imágenes muy seductoras, que proporcionaron el imaginario nacionalsocialista. La directora apeló a la vertiente artística de las cintas, pero nunca pudo desligarla de la responsabilidad moral, una carga que siempre la persiguió.

«El día de la libertad» fue otro éxito pero la fama mundial le llegó con «Olimpiada», el alarde de técnica e innovación sobre las Olimpiadas de Berlín, donde Hitler afirmaba: «Alemania necesita la paz y desea la paz». Se considera técnicamente y por sus originales planteamientos estéticos una revolución en el concepto propagandístico y en definitiva el mejor documental de la historia del cine La celebración de la cita olímpica en Berlín en 1938 suponía una ocasión única para difundir la nueva imagen del país y Riefenstahl se aplicó. Su osadía la llevó a una puesta en escena en la que se combinaban innumerables artificios técnicos y medios técnicos que generaron miles de metros de celuloide. Aunque la cineasta reclamó su iniciativa como un logro individual, 'Olimpiada' se convirtió en una tarjeta de presentación del nuevo gobierno de Berlín, una herramienta de la propaganda de Goebbels, y, como tal, concitó el rechazo de los aliados.

La guerra irrumpió. Riefenstahl siguió a las tropas en Polonia con una pistola y un cuchillo en el cinto. Presenció la masacre en Konskie, de la que se «marchó visiblemente alterada», según un testigo. Retomó «Tierra baja», la película más cara de Alemania, financiada por Hitler.

Al final la catástrofe. La apresaron soldados americanos y luego se enfrentó a la realidad. «Oculté la cara entre las manos». Dachau, Auschwitz, Buchenwald... «No sabía nada de eso», dijo, como antes con «La noche de los cristales rotos».

Leni (1902-2003) pasó sus últimos 60 años negando lo evidente: que era la cineasta favorita de los nazis, que financiaron generosamente sus películas; íntima de Adolf Hitler, echaba la culpa de todos sus contratiempos a los judíos.

Sobre todo, Leni pleiteaba. Azuzaba a sus abogados cuando alguien se atrevía a refutar su desconocimiento de las masacres nazis (y aparecían unas fotos que la situaban en medio de una matanza de la Wehrmacht en Polonia). También negó haber usado a prisioneros del Tercer Reich como extras en su versión de Tierra baja, unos desdichados gitanos a los que caracterizó como campesinos españoles. Se salvó por un tecnicismo: no salieron de un campo de exterminio, sino de un campo intermedio, anterior a su destino final.

El instinto de supervivencia de esta mujer tuvo una nueva oportunidad tras leer 'Las verdes praderas de África'. Probablemente, llegó hasta la novela de Ernest Hemingway cuando se documentaba en torno a las corridas de toros y el continente negro la atrapó. La seducción se produjo en 1952 y durante la segunda mitad del siglo emprendió al sur de Sudán una ardua labor, fundamentalmente fotográfica, con talante antropológico y etnográfico con sus erotizados retratos de los atléticos nuba africanos. Para Susan Sontag, sus nubas "son mejores nazis, bárbaros más puros, los verdaderos teutones". Para entonces, ya era una figura de cierto glamour. Fue celebrada por Andy Warhol, Jodie Foster pretendió interpretarla en un biopic, trató a Mick Jagger.

"De qué soy culpable? Nunca he pronunciado un solo término antisemítico. No he arrojado ninguna bomba atómica". Leni Riefenstahl no se arrepintió de su colaboración con Hitler, aunque durante la mitad de su larga vida, un siglo, hubo de enfrentarse a graves acusaciones y el constante recuerdo de su trabajo para el III Reich. El Führer condujo a Alemania al desastre más absoluto, mientras que la mítica directora cinematográfica, a través de sus poderosas imágenes, contribuyó decisivamente a crear el aura seductor y mesiánico del genocida.

También rodó una película submarina, 'Impresiones bajo el agua', estrenada coincidiendo con la celebración de su centenario. El hecho sirvió para que las críticas y denuncias por su colaboracionismo volvieran a llenar los medios de comunicación. Falleció poco después y, cinco años más tarde, su leyenda artística sigue vigorosa, y plena de controversia.





jueves, 10 de septiembre de 2009

Arte, escritores y terror

Cuando Ulises desembarca junto a sus compañeros en la isla de Polifemo, el gigante les encierra en una gruta y procede a devorarlos uno a uno. Sin embargo, ahí aparece el ingenioso Ulises para lograr el vino soporífero que hará caer al monstruo en una embriaguez absoluta.

Cuando todo parecía ya sabido y apaciguado, Homero señalaba que allá, en el fondo, detrás de la línea del horizonte, había otros monstruos, otros reinos y de tal manera excitaba los ánimos serenos.

Desde la épica narrada por el poeta ciego de la Antigüedad hasta los miles de imágenes y rugidos en las actuales televisiones del mundo, tan sólo ha habido una mirada; esa misma que, contra toda razón, desea asomarse más allá cuando todo parece sabido y apaciguado. Sabemos que ese asomarse causará miedo, pero será un miedo deseado, distinto al que nos provoca la ansiedad y la desgracia terrenas.

La sustancia humana que a un tiempo nos impide la libertad y nos impele a ella es la misma que nos arrastra por los caminos del miedo con una imaginación desbordada.

Lo que podríamos llamar terror por amor al terror, las invenciones de monstruos y actos sobrenaturales que sabemos falsos y aun así nos asustan, nacen a mediados del siglo XVIII como un extraño tumor del razonable Siglo de las Luces.

Algunos de los escritores y pintores más señalados del género del terror, lo fueron quizá a causa de sus propias pesadillas y delirios, así como su afición a ciertas sectas o conocimientos de ciencias ocultas. Edgar Allan Poe es uno de ellos. Hijo de cómicos ambulantes que murieron siendo él niño, fue recluido en un internado en Inglaterra a los seis años. Su temprana afición al alcohol y otras drogas, le valió el repudio de su tutor, a su vuelta a Estados Unidos, y tuvo que buscarse penosamente la vida, lleno de vicios. El autor de El gato negro, Los crímenes de la Rue Morgue, El hundimiento de la Casa Usher o El escarabajo de oro murió hecho un vagabundo a los 40 años, en medio de terribles delirios, tras ser encontrado tirado en una calle.

La vida de H. P. Lovecraft es aún más oscura. Niño enfermizo y melancólico, sufrió la demencia de un padre sifilítico y la de una madre obsesivamente protectora. Lovecraft, que siempre sufrió de terribles pesadillas, se dedicó pronto a la literatura macabra y al oscurantismo. Odiaba el día. Vivía de noche. Se rodeó de un círculo de escritores con las mismas aficiones, que colaboraron en algunos de sus libros. Es autor de Los mitos de Cthulhu, En las montañas de la locura o El que acecha en la oscuridad. Murió pobre y en el anonimato a los 47 años.

El poeta y pintor William Blake proclamó la supremacía de la imaginación sobre la razón, y fueron precisamente sus visiones, a menudo místicas e infernales, las que lo llevaron al borde de la locura.

Las visiones del suizo-británico Johann Heinrich Füssli (1742-1825) eran menos puritanas. Este pintor fue capaz de fundir miedo y erotismo, en imágenes que siguen despertando fantasmagorías.

Victor I. Stoichita

Los arrebatos místicos también surgieron en la mente de Odilon Redon ( 1840-1916) desde muy joven. Los primeros quince años de su carrera usó sólo el blanco y negro en obras alucinadas y misteriosas. Después de una crisis profunda, cambió hacia una visión más optimista y colorida.

Pero quizá uno de los más impresionantes pintores oscuros sea Francisco de Goya (Fuendetodos, 1746-Burdeos, 1828). No sólo sus pinturas negras, sino sus series de grabados, como los Desastres de la guerra, y una pintura, Saturno devorando a sus hijos, hablan del sufrimiento de un hombre que supo atrapar sus peores sueños y convertirlos en obras de arte.

Archivo:Goya War1.jpg



viernes, 4 de septiembre de 2009

La muñeca de los pintores

Sobre 1873 Edgar Degas pinta el cuadro Artista en su taller, también conocido como El hombre y la muñeca, que representa un hombre huraño y reconcentrado apoyado en la esquina de una habitación; a su lado una muñeca de tamaño natural sentada en el suelo. Aparecen unos pinceles y paleta y unos cuadros. La crítica piensa que el retratado es el pintor Henry Michel-Levy.



En 1920 Oscar kokoschka pintó Autorretrato con muñeca, donde ésta aparece desnuda dejando atisbar la hendidura de su sexo, al que apunta con dedo índice el artista.

Entremedias de ambos cuadros Pierre Louys publicó la novela La mujer y el pelele, luego llevada al cine ni más ni menos que por Von Stenberg y Buñuel. En 1973 Berlanga rueda Tamaño natural, la historia de un dentista que abandona a su mujer por una muñeca, con la que vive una trágica y secreta pasión.



A pesar del personaje desorbitado que era el pintor Oscar Kokoscha, tenía ascendencia sobre las mujeres. Alma Mahler era una mujer hermosa, viuda del compositor y con una larga fama de devoradora de hombres. Se conocieron y sus relaciones, tempestuosas, se prolongaron por tres años. Digamos que el talento de Kokoschka se reveló en toda su intensidad cuando Alma apareció en su vida. Hasta que estando él en el frente, ella lo abandonó por uno de los creadores de la Bauhaus el arquitecto Walter Gropius.

Entonces Kokoschka, en Munich, encargó a una artesana fabricante de muñecas, que le hiciera una de tamaño natural, de cabellos rojos como los de su antigua amante y con todos los detalles anatómicos. Con ella compartió su cama, su vida cotidiana y su vida social por varios años. Hasta que un buen día, en Dresden, después de una borrachera con unos amigos, la “asesinó” y la tiró en un carro de basura-

Una noche de 1933, Hans Bellmer, arquitecto, pintor, minucioso dibujante, sale a su Berlín nacionalsocialista acompañado por lo que podía parecer sólo un maniquí de escaparate técnica y plásticamente muy mejorado. Era, tal vez, un juego sólo. Quizás, como se dijo luego, una metáfora burlona deliberada también del monigotismo materializado en la escenografía operística hitleriana. La muñeca no lo abandonó ya jamás.




Durante los 42 años que siguieron, su vida artística fue, en esencia, la larga sucesión de los artificios gestuales nacidos de la múltiple articulación de los miembros de la muñeca. Se puede decir que no hizo otra cosa si se considera, sobre todo, que buena parte de sus milimétricos dibujos, incluida la ilustración de L'histoire de l'oeil de Bataille, no son sino variantes de la misma muñeca . Como lo exigiera Nietzsche de los filósofos, hizo Bellmer de su vida una obra de arte. El resultado es una de las más raras historias de amour fou que el siglo XX ha dado.