viernes, 4 de septiembre de 2009

La muñeca de los pintores

Sobre 1873 Edgar Degas pinta el cuadro Artista en su taller, también conocido como El hombre y la muñeca, que representa un hombre huraño y reconcentrado apoyado en la esquina de una habitación; a su lado una muñeca de tamaño natural sentada en el suelo. Aparecen unos pinceles y paleta y unos cuadros. La crítica piensa que el retratado es el pintor Henry Michel-Levy.



En 1920 Oscar kokoschka pintó Autorretrato con muñeca, donde ésta aparece desnuda dejando atisbar la hendidura de su sexo, al que apunta con dedo índice el artista.

Entremedias de ambos cuadros Pierre Louys publicó la novela La mujer y el pelele, luego llevada al cine ni más ni menos que por Von Stenberg y Buñuel. En 1973 Berlanga rueda Tamaño natural, la historia de un dentista que abandona a su mujer por una muñeca, con la que vive una trágica y secreta pasión.



A pesar del personaje desorbitado que era el pintor Oscar Kokoscha, tenía ascendencia sobre las mujeres. Alma Mahler era una mujer hermosa, viuda del compositor y con una larga fama de devoradora de hombres. Se conocieron y sus relaciones, tempestuosas, se prolongaron por tres años. Digamos que el talento de Kokoschka se reveló en toda su intensidad cuando Alma apareció en su vida. Hasta que estando él en el frente, ella lo abandonó por uno de los creadores de la Bauhaus el arquitecto Walter Gropius.

Entonces Kokoschka, en Munich, encargó a una artesana fabricante de muñecas, que le hiciera una de tamaño natural, de cabellos rojos como los de su antigua amante y con todos los detalles anatómicos. Con ella compartió su cama, su vida cotidiana y su vida social por varios años. Hasta que un buen día, en Dresden, después de una borrachera con unos amigos, la “asesinó” y la tiró en un carro de basura-

Una noche de 1933, Hans Bellmer, arquitecto, pintor, minucioso dibujante, sale a su Berlín nacionalsocialista acompañado por lo que podía parecer sólo un maniquí de escaparate técnica y plásticamente muy mejorado. Era, tal vez, un juego sólo. Quizás, como se dijo luego, una metáfora burlona deliberada también del monigotismo materializado en la escenografía operística hitleriana. La muñeca no lo abandonó ya jamás.




Durante los 42 años que siguieron, su vida artística fue, en esencia, la larga sucesión de los artificios gestuales nacidos de la múltiple articulación de los miembros de la muñeca. Se puede decir que no hizo otra cosa si se considera, sobre todo, que buena parte de sus milimétricos dibujos, incluida la ilustración de L'histoire de l'oeil de Bataille, no son sino variantes de la misma muñeca . Como lo exigiera Nietzsche de los filósofos, hizo Bellmer de su vida una obra de arte. El resultado es una de las más raras historias de amour fou que el siglo XX ha dado.